30 de mayo de 2011

Viaje Fin de Curso Estudios de Arte: RETABLOS SEGOVIANOS, 5 de junio 2011


VIAJE RESTRINGIDO A LOS PARTICIPANTES EN EL CURSO DE ARTE 2010-2011

PROGRAMA

Salida desde la plaza de Colón a las 8 horas con dirección a Segovia. Visita del Monasterio del Parral, Monasterio de San Antonio el Real, iglesia de San Justo (Cristo de los Gascones) y retablo del santo Entierro de Juan de Juni en la catedral.
Traslado hasta Tabanera la Luenga, donde en el Centro de Turismo Rural El Sexmo tendrá lugar la comida Fin de Curso.
Por la tarde traslado a Carbonero el Mayor para visitar la iglesia de San Juan Bautista, que guarda uno de los retablos más importantes del Renacimiento español. Traslado a Cuéllar para visitar la iglesia de San Esteban y otros templos recientemente restaurados. A las 20 h. regreso a Valladolid.

PRECIO: 40 €.

INCLUYE:
- Traslado en autocar desde Valladolid por todo el recorrido.
- Entrada a los monumentos.
- Comida de hermandad en el restaurante El Sexmo.

REQUISITOS: Grupo máximo 40 personas. CUPO CUBIERTO.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com

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28 de mayo de 2011

¡ Superamos las 200.000 visitas!





     En mayo de 2010 celebrábamos las 50.000 visitas al blog después de poco más de un año de funcionamiento y estábamos orgullosos de ello. Desde entonces las visitas se han triplicado y ya alcanzamos las 200.000, lo que indica que nuestros artículos se leen con interés no sólo en Valladolid, sino también en muchas partes del mundo.

     Durante este tiempo ha ocurrido de todo, desde las palabras alentadoras que nos animan a seguir en la misma línea al pirateo descarado de nuestras colaboraciones y fotografías. Pero incluso eso nos indica que lo que aquí presentamos, recordemos de nuevo que se trata de un tablón virtual de nuestra asociación, no pasa desapercibido y merece la atención de mucha gente. Así lo consideramos sin la pretensión de optar a premios ni galardones, siendo nuestro único objetivo informar, formar y entretener. ¡En ello estamos!

Muchas gracias por vuestra amistad.


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27 de mayo de 2011

Visita virtual: ADÁN Y EVA, la belleza ideal en el paraíso





ADÁN Y EVA
Alberto Durero (Núremberg, 1471-1528)
1507
Óleo sobre tabla
Museo del Prado, Madrid
Pintura del Renacimiento. Escuela flamenca-alemana


     Estas dos tablas independientes, que a su vez forman pareja, fueron realizadas por Alberto Durero después de su segundo viaje a Venecia en 1505, motivo por el que ofrecen algunos rasgos italianizantes, como el representar un relato bíblico con fines moralizantes como excusa para hacer a través del desnudo un estudio anatómico a escala monumental (209 x 80 cm.) exaltando la belleza carnal del cuerpo humano. A pesar de todo, en la obra subyace un evidente mensaje moral que gira en torno al pecado original, ratificado en el cartel que cuelga de una rama en la pintura de Eva, en el que, junto a la firma del autor, anagrama habitual y fecha de ejecución, figura la frase "post Virginis partum" en alusión a la Virgen como nueva Eva o mujer libre del pecado que Adán y Eva se disponen a cometer.

     Pero estas dos pinturas nunca fueron concebidas para formar parte de algún retablo destinado al culto religioso, pues ambas pinturas pueden sugerir a simple vista las puertas de un tríptico, sino como una composición alegórica en la que Durero experimenta sobre la perfección de las proporciones humanas, una constante entre los pintores del Renacimiento que en la obra de Durero se traduce en obsesión.

     Las dos anatomías destacan tanto por su esbeltez y estilización, fruto de haber utilizado el pintor un canon de nueve cabezas en lugar del canon vitrubiano de ocho, como por su colocación sobre un fondo neutro que potencia las formas y la fluida línea del dibujo, con un espacio muy reducido para la ambientación espacial. En las figuras Durero hace un ejercicio de manierismo que no será habitual en su obra, claramente apreciable en las posturas inestables de la pareja, en los movimiento rítmicos de los cuerpos, próximos a la danza en la figura de Eva, la afectación de los gestos de las manos y el ensimismamiento de los rostros, con la cabeza de Adán colocada en tres cuartos y de frente la de Eva, aparentemente sin relación entre sí y con la manzana como único vínculo de unión.

     Un elemento que no pasa desapercibido al espectador es el principal objetivo perseguido por el pintor, esto es, la belleza que emana de los cuerpos y los rostros, una belleza lograda a través de una estudiada y elegante composición, así como una perfección técnica impecable en la utilización del óleo, con perfiles recortados nítidamente sobre el fondo uniforme y una gama cromática que define un magistral modelado volumétrico. A ello se suma la ausencia de detalles anecdóticos, con un virtuosismo de tipo científico y naturalista en la representación del árbol del bien y del mal, de las manzanas y de la serpiente.

     Por este motivo, Adán puede sugerir la representación clásica de Apolo y Eva la de Venus, con la belleza y serenidad propia de los artistas griegos y la idealización de la figura humana propia de los pintores renacentistas italianos, con cual la pintura se revela como un ejercicio intelectual, relacionado por su complejidad con la obra de Leonardo da Vinci, en el que Durero funde los modelos de procedencia clásica con los temas cristianos: la concordatio aplicada por los artistas del Renacimiento italiano. De modo que lo personajes no sólo siguen un clasicismo formal, estético y de gran pureza artística, sino que adquieren una nueva dimensión ideológica y teórica muy alejada del arte precedente. Todo ello se aprecia con nitidez en estas pinturas, donde Durero muestra a los primeros habitantes de la Humanidad, los primeros padres según el relato bíblico, representando una belleza humana sin la contaminación producida por el pecado, donde lo bueno y lo bello sólo puede ser alcanzado a través del arte.

     Las tablas de Adán y Eva de Alberto Durero son los primeros desnudos de tamaño natural realizados por la pintura nórdica, destacando la sutileza del tono bronceado en el cuerpo masculino y el blanco rosado en el de la mujer. En el escueto paisaje, que en lenguaje actual diríamos de aspecto lunar, parece soplar una ligera brisa que agita los cabellos de la pareja, lo que contribuye a resaltar el movimiento de los cuerpos y la emoción de los rostros, utilizando una luz cenital un tanto artificiosa para resaltar los volúmenes de las anatomías, toda una serie de sabios recursos técnicos para hacer desparecer bajo el brillante cromatismo del óleo aplicado la precisión y el naturalismo del dibujo subyacente, una modalidad en la que el pintor era un auténtico genio.

PERIPECIAS DE ESTAS PINTURAS

     No existe un soporte documental que informe acerca de quién pudo encargar estas pinturas ni su destino, pero sí de que fueron adquiridas por el Ayuntamiento de Nurmeberg tras la muerte de la esposa de Durero, siendo regaladas en 1586 por aquel municipio al emperador Rodolfo II, que las colocó en su galería del castillo de Praga. Allí formaron parte de las obras expoliadas por los suecos durante el saqueo de Praga de 1648, momento en que fueron trasladadas a la corte de Estocolmo. Seis años después Cristina de Suecia, que sentía una especial predilección por la pintura italiana, no así por la germánica, se las regaló al rey español Felipe IV.

     A su llegada a Madrid en 1655, las dos tablas fueron consideradas como atrevidos "desnudos", aunque de gran calidad, por lo que pasaron a formar parte de un gabinete privado del Alcázar conocido como las "Bóvedas de Tiziano", así llamado por la colección real de desnudos del pintor veneciano junto a otros de Tintoretto, Rubens, Ribera y otros afamados pintores. Tras el célebre incendio del Alcázar en 1734, que afortunadamente no afectó a aquel gabinete, todas aquellas obras fueron trasladadas al palacio del Buen Retiro.

     Pero no habían acabado los problemas, pues los prejuicios morales del puritano Carlos III hicieron que en 1762 fueran incluidas en una lista de "cuadros indecentes" listos para su destrucción. Afortunadamente Mengs, pintor del rey, supo convencerle de que eran unas pinturas muy apropiadas para los estudiantes de pintura, siendo confinadas con fines didácticos en los almacenes de la Real Academia de San Fernando, de donde sólo salieron durante el reinado de José Bonaparte (1809-1813), siempre como modelo para los alumnos de Bellas Artes.

     Tras su ingreso en 1827 en el Museo del Prado, formaron parte de una sala reservada que reunía pinturas de desnudos de destacados maestros, siendo incorporadas a las salas públicas a partir de 1838.

     El año 2008 las pinturas fueron sometidas a un lento proceso de restauración en el Museo del Prado que afectó tanto al soporte de madera como a la limpieza y reintegración de la pintura, siendo aplicadas sofisticadas y vanguardistas técnicas en el campo de la restauración, especialmente aplicadas al soporte. El magnífico estado final de las obras fue presentado públicamente el 24 de noviembre de 2010.

Informe: J. M. Travieso.














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25 de mayo de 2011

Obras comentadas: RETABLO DE LA ANUNCIACIÓN, de Juan Correa de Vivar



RETABLO DE LA ANUNCIACIÓN. Juan Correa de Vivar
MUSEO DEL PRADO

     Pasaje del Nuevo Testamento (Lucas 1, 26-38) que narra el anuncio de maternidad a la Virgen por el Arcángel Gabriel, ante la presencia de Dios Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma.
     Como símbolos de la virginidad y pureza de María aparecen una vara de azucenas blancas, en primer plano, y el libro abierto sobre la mesa muestra el pasaje de la zarza ardiendo que, sin consumirse, se aparece a Moisés en el monte Tabor.

     Esta obra es un claro ejemplo de la influencia de la obra de Rafael en Correa, tanto en la composición, que se hace mucho más dinámica que en piezas anteriores, como en el colorido, más claro.

     La tabla procede del monasterio jerónimo de Guisando (Ávila), donde formó el panel central de un retablo de estación que se cerraba con otras dos puertas que actualmente también están conservadas en el Museo del Prado: San Esteban/Imposición de la casulla a San Ildefonso y San Lorenzo/San Hilario.





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24 de mayo de 2011

Nuevo espacio urbano en Valladolid: PLAZA DEL MILENIO, luz y agua


     Desde el pasado sábado 21 de mayo, Valladolid cuenta con un nuevo y vanguardista espacio público junto a la ribera del Pisuerga, una plaza que está ocupada por un aparcamiento subterráneo y presidida en la superficie por un pabellón diseñado por Enric Ruiz Geli y el Estudio Cloud 9 para la Expo de Zaragoza de 2008, donde figuró como "Pabellón de la Sed", que en Valladolid ha sido rebautizado por el Ayuntamiento como "Cúpula del Milenio". Su arquitectura consiste en una estructura metálica totalmente recubierta por una envoltura de fibra de carbono y "efte", un nuevo material ecológico de fácil mantenimiento, cuyo interior configura una plaza pública cubierta de 1500 m2, idónea para la celebración de diferentes eventos relacionados con los espectáculos y los deportes, con la peculiaridad de permitir el paso de la luz natural por el día y la iluminación de las membranas con vistosos colores por la noche.

     Al tiempo se ha recuperado el espacio público circundante y se le ha relacionado con las aguas del Pisuerga a través de una rampa ajardinada, un mirador y un surtidor dentro del río, así como la reestructuración del vecino puente de Isabel la Católica, que ha incorporado pasarelas peatonales de madera laminada, carril bici, barandillas de vidrio fotovoltaico, nueva iluminación y microgeneradores eólicos que proporcionan la energía suficiente para iluminar el puente y las riberas del río.

     Deseamos larga vida al nuevo espacio como contribución a la actividad cultural y deportiva de nuestra querida ciudad, que una vez más demuestra su deseo de adaptarse a los nuevos tiempos para seguir viva.

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23 de mayo de 2011

Bordado de musas con hilos de oro: BARRIO SIN LUZ, de Pablo Neruda


BARRIO SIN LUZ

¿Se va la poesía de las cosas
o no la puede condensar mi vida?
Ayer —mirando el último crepúsculo—
yo era un manchón de musgo entre unas ruinas.

Las ciudades —hollines y venganzas—,
la cochinada gris de los suburbios,
la oficina que encorva las espaldas,
el jefe de ojos turbios.

Sangre de un arrebol sobre los cerros,
sangre sobre las calles y las plazas,
dolor de corazones rotos,
podre de hastíos y de lágrimas.

Un río abraza el arrabal
como una mano helada que tienta en las tinieblas:
sobre sus aguas se avergüenzan
de verse las estrellas.

Y las casas que esconden los deseos
detrás de las ventanas luminosas,
mientras afuera el viento
lleva un poco de barro a cada rosa.

Lejos... la bruma de las olvidanzas
-humos espesos, tajamares rotos-,
y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean
los bueyes y los hombres sudorosos.

Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas,
mordiendo solo todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra.

PABLO NERUDA, 1923

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21 de mayo de 2011

Apoyamos la libertad de expresión








Sin comentarios. Cartel en la Plaza de Fuente Dorada de Valladolid.

Fotografía tomada de "pillalaciudad.blogspot.com".

20 de mayo de 2011

Historias de Valladolid: LA MONJA DE CARRIÓN, una visionaria perseguida por la Inquisición


     A las diez de la noche del 29 de marzo de 1635, en medio de una persistente lluvia, una monja muy especial llegaba al convento de la Encarnación de las agustinas recoletas de Valladolid, situado en las proximidades de la primitiva iglesia de san Ildefonso y las Tenerías (ilustración 8). Se trataba de María Luisa Ruiz de Colmenares y Solís, nieta del célebre músico Antonio de Cabezón, que en la comunidad de clarisas de Carrión de los Condes había adoptado el sobrenombre de sor Luisa de la Ascensión (ilustración 2). Pero no llegaba a Valladolid por su propia iniciativa, sino cumpliendo el destierro de su comunidad después de haberse iniciado meses antes contra ella un proceso del Santo Oficio. A la puerta del convento vallisoletano, en medio de una aglomeración de gente expectante por conocer personalmente a sor Luisa, esta fue recibida por el fraile jerónimo Gregorio de Pedrosa, obispo de Valladolid, predicador de Su Majestad y ferviente admirador de la monja, que le colmó de atenciones en el convencimiento de sus poderes sobrenaturales, así como por el conde de Benavente acompañado de sus sirvientes, igualmente devoto de la religiosa, del que los cronistas afirman que le cortó un pequeño trozo del velo que guardaría como reliquia. Recluida en aquel convento de Valladolid, próximo al Pisuerga, cuando aún resonaban los ecos de otra visionaria local, doña Marina Escobar, que había muerto dos años antes, permaneció para atender los interrogatorios inquisitoriales hasta que falleciera un año y medio después, sin poder beneficiarse de la sentencia absolutoria dictada por la Inquisición como final del proceso.

     Esta religiosa singular, que llegaría a ser conocida popularmente en toda España como "la monja de Carrión", alcanzó en su tiempo gran fama de santidad, se le atribuyeron prodigios y como visionaria llegó a ejercer una gran influencia en la corte por contarse el monarca Felipe IV entre sus fieles más devotos, como anteriormente lo había sido su padre Felipe III, dando lugar su salida del convento palentino, tras su detención como sospechosa, primero a un conato de amotinamiento entre sus seguidores carrionenses y después a que la noticia corriera como la pólvora y fuera aclamada públicamente al paso del coche de caballos en que era conducida por las poblaciones que cruzó entre Carrión y Valladolid. No obstante, es conveniente hacer constar que también contó con un grupo de significados detractores, contrarios a sus declaraciones y reacios a los supuestos milagros y prodigios divulgados por sus seguidores, un grupo de nobles y eclesiásticos que finalmente lograron que se hiciera cargo del caso el temido tribunal.

LA MONJA DE CARRIÓN

     Su historia induce a considerar a la madre Luisa de la Ascensión como un fenómeno sólo comprensible en el tiempo que le tocó vivir, una mujer que llevó a sus últimos extremos sus creencias religiosas hasta convertirse en una iluminada obsesionada con la búsqueda del camino de la santidad durante los convulsos años del siglo XVII.
     Sor Luisa de la Ascensión había nacido accidentalmente en Madrid a mediados de mayo de 1565, cuando sus padres, Juan Ruiz de Colmenares y Jerónima de Solís, nobles carrionenses, se trasladaron a la corte para visitar a un familiar enfermo, siendo bautizada en la parroquia de San Andrés, en los aledaños de la madrileña Plaza de la Paja. Tras recibir una sólida formación, Luisa regresó con su familia a la villa palentina cuando tenía diecisiete años. Un año más tarde, estando afectada de una grave enfermedad, manifestó su deseo de ingresar en el convento de Santa Clara de aquella población, deseo complacido por sus padres ante los temores de una corta existencia.

     Ya durante el noviciado puso en práctica llamativas penitencias, siendo comentadas las noches de vigilia que pasaba en la ermita del convento y su exclusiva alimentación a base de pan y agua. Su carácter afable influyó para que buena parte de sus compañeras siguieran su ejemplo de penitencias y mortificaciones, convertido en un modelo de vida austera y recogimiento absoluto de acuerdo a la observancia regular.

     Desde un primer momento se manifestó contraria a los privilegios que ostentaban las clarisas pertenecientes a las familias nobles, que en el interior del convento seguían gozando de prebendas y servidumbre, ajenas a las tareas más arduas de la comunidad, de modo que, cuando fue elegida por primera vez abadesa en 1609, ya con cuarenta y cuatro años, una de sus primeras medidas fue la abolición de privilegios ajenos a la austeridad y al riguroso ascetismo de la vida contemplativa, igualando la presencia de todas en el vestuario, el coro y las comidas, al tiempo que fomentó las penitencias, ejercicios, oraciones y ayunos, medidas que provocaron desavenencias con algunas monjas que, encabezadas por doña Inés Manrique de Lara y doña Jerónima de Osorio, impulsaron a través de sus familias una campaña de descrédito de sor Luisa en el exterior, difundiendo una serie de infundios, en los que tuvo un papel muy destacado el capitán don Andrés Osorio de Valderrábano, que llegaron a oídos del rey Felipe III el Piadoso, que contrariado ordenó la expulsión de las monjas reticentes del monasterio carrionés.

     A pesar de que sor Luisa intercedió por ellas para que permaneciesen en el convento y cumplieran por sólo cuatro meses los castigos asignados por dos años, los familiares de las acusadas llevaron el caso al Tribunal del Santo Oficio, cuyo Consejo se desentendió del caso dejándolo a merced de la decisión de los superiores de la Orden.

     Fue entonces cuando se comenzaron a airear por toda España los prodigios atribuidos a sor Luisa de la Ascensión, a pesar de que desde 1604 se habían comenzado a difundir, tanto por escrito como de boca en boca, las gracias y dones de la monja de Carrión, lo que motivó la reclamación masiva de objetos personales desde todas latitudes, especialmente las inconfundibles cruces de madera que impusiera en las celdas del convento, que las mentes supersticiosas convirtieron en auténticos talismanes, hasta el punto de generar todo un tráfico de cruces falsificadas supuestamente pintadas por sor Luisa.

     Si como abadesa de Santa Clara en dos ocasiones, de 1609 a 1611 y de 1615 a 1617, consiguió importantes donaciones de Felipe III y de familias de la nobleza, que permitieron construir la actual iglesia y la sacristía, ampliar las celdas y levantar la hospedería (ilustración 3), no hay que olvidar que Carrión de los Condes se halla en el Camino de Santiago, así como dotar al recinto de importantes obras artísticas, entre ellas varias tallas de Gregorio Fernández, fue la imagen de su supuesta santidad proyectada al exterior lo que causó auténtica conmoción, siéndole atribuido el don de la revelación que le permitía anticipar acontecimientos, como cuando vaticinó la llegada al convento de las reliquias de los mártires de Ágreda que portaba el padre Antonio Daza, facultades exorcistas, puestas en práctica con gentes de procedencia vasca, y poderes curativos, figurando entre los agraciados la reina Isabel de Borbón (ilustración 6), que tras dos partos fallidos atribuyó su feliz embarazo a las oraciones de la monja de Carrión, que con un trozo de su toca había hecho una pequeña camisa para el infante, así como la condesa de Monterrey, a la que durante una visita como benefactora del convento alivió de un quiste cutáneo.

     Pero entre todos los fenómenos inexplicables destacaron las aseveraciones del don de bilocación, con la confirmación de su presencia en Roma, donde evitó el envenenamiento del papa Gregorio XV al romper una vasija emponzoñada; en Asís, visitando el sepulcro del fundador de la Orden Franciscana; en México, donde intervino en la conversión de los indios xumana utilizando su propia lengua; en Japón, confortando en el martirio al fraile franciscano Juan de Santa María; en Madrid en 1621, asistiendo en el lecho de muerte a su benefactor Felipe III, a quien había conocido personalmente ocho años antes. En todos estos casos su presencia fue confirmada al tiempo en el convento de Carrión para no contravenir el voto de permanencia en la clausura, siendo esta supuesta infracción uno de los argumentos esgrimidos en el proceso inquisitorial.

     La fama de los dones y virtudes de sor Luisa serían conocidos por toda España e incluso en el extranjero. Ello incrementaría el número de benefactores, muchos de ellos llegados personalmente de visita al beaterio, como lo hiciera en 1613 el rey Felipe III que viajó hasta el convento palentino para conocer personalmente a la monja, a la que pidió consejo sobre importantes asuntos políticos, del mismo modo que años antes lo hiciera en su nombre el duque de Lerma acerca de la expulsión de los moriscos de España, consumada en 1609. Entre otros llegaron a Carrión los condes de Grajal, los condes de Monterrey, los condes de Lemos o los duques de Sessa, sin faltar altos dignatarios y miembros de casas reales, como el embajador de Alemania, Fray Juan del Hierro, General de la Orden Seráfica, don Gregorio de Pedrosa, obispo de Valladolid, o la sonada visita del Príncipe de Gales, futuro Carlos I de Inglaterra, en compañía de todo su séquito.

     Al tiempo sor Luisa mantuvo relaciones epistolares con Luis XIII de Francia, que solicitaba sus oraciones para la victoria sobre los calvinistas, con los papas Gregorio XV y Urbano VIII, que le concedió el jubileo de 1625 sin salir del convento, con Felipe III, al que la mística solicitó la colocación de la imagen de la Inmaculada, dogma del que era defensora, en los estandartes de los Tercios que lucharon en la batalla de Praga, y sobre todo, con Felipe IV (ilustración 6), que consultó acerca de la conveniencia del matrimonio de su hermana, la católica doña María Ana, con Carlos, Príncipe de Gales, al que aconsejó su conversión al catolicismo o que la idea fuese desechada, como así ocurrió por presiones gubernamentales inglesas ante el temor de que Carlos levantara las restricciones a los católicos romanos y minara el establecimiento oficial del protestantismo. Felipe IV, al igual que su padre y sus respectivas esposas, favoreció continuamente a sor Luisa, llegando a conceder rentas al convento y el privilegio de celebración de un mercado semanal en Carrión de los Condes.

EL PROCESO INQUISITORIAL

     A pesar de esta arrolladora personalidad, arropada por las creencias de la sociedad sacralizada en que se desenvolvió, no faltaron detractores, tanto religiosos como seglares, que pusieron en tela de juicio las extraordinarias virtudes difundidas de la monja de Carrión, aunque en honor a la verdad, esta corriente contraria estuvo alentada por los familiares de las monjas clarisas que no asumieron el reformador cambio de rumbo impuesto por sor Luisa. Lo cierto es que en algunos ámbitos de la vida religiosa se pusieron en entredicho las exageradas virtudes divulgadas en escritos por sus confesores, la veracidad de algunos milagros por ella obrados, algunos realmente inverosímiles, y la verdadera autoría de algunos de sus escritos místicos, siendo su biografía, escrita en dos volúmenes por el padre Aspe, la que desencadenó el proceso. De modo que, acusada ante el Tribunal de la Inquisición de su poca ortodoxia, su posible falsedad y falta de cordura, fue protagonista de una investigación que duró más de catorce años, por lo que el Santo Oficio decidió que esta continuara con sor Luisa apartada de su comunidad, siendo elegido para su confinamiento el convento vallisoletano de agustinas recoletas, donde permaneció asistida por Francisco de Soria, un monje de la Orden Basilia.

     A partir de entonces se pusieron en entredicho sus místicos extravíos, como sus afirmaciones de haber conocido a Cristo cuando aún era un feto en el vientre de su madre, que le explicó el misterio de la Trinidad y le prometió su virginidad como monja clarisa, o las agresiones del diablo siendo novicia, que llegó a arrancarle las uñas de los pies y a empujarle por unas escaleras.
     En torno al proceso se generaron multitud de escritos de defensa, entre ellos cartas de jesuitas e informes de las agustinas sobre la vida ejemplar practicada en el convento, con enconados enfrentamientos entre fray Gregorio de Pedrosa, obispo de Valladolid y defensor a ultranza de la monja, y los implacables inquisidores encargados del caso.

     Sor Luisa de la Ascensión falleció en Valladolid el 28 de octubre de 1636, víctima de una "calentura" (tumor), dieciséis meses después de su llegada al convento vallisoletano próximo a las Tenerías, que aún no se había recuperado de las fatídicas consecuencias de la crecida del Pisuerga en febrero de aquel mismo año. Por expreso deseo del obispo de Valladolid, fue enterrada muy de mañana en el antecoro del convento, como era habitual, en la más estricta intimidad y prácticamente en secreto. Este hecho desencadenó una nueva trifulca por parte del Santo Oficio cuando fue informado, que solicitó la presencia del inquisidor para desenterrar e identificar el cadáver, con orden de que ningún franciscano pudiese celebrar sus exequias solemnes. Como castigo, el obispo de Valladolid destituyó de su puesto a la priora agustina y ordenó su confinamiento, siendo informado del asunto el conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, ante el que el obispo vallisoletano esgrimió pertenecer el caso a su jurisdicción y la actuación de los inquisidores una intromisión, pues sor Luisa no era un reo ordinario del Santo Tribunal por no estar retenida en sus calabozos.

     El farragoso proceso prosiguió tras su muerte y se dilató, con multitud de testificaciones de personas de toda España, hasta el 23 de mayo de 1648, con una sentencia confirmada el 12 de octubre de aquel año que proclamaba su inocencia. Mientras tanto se convirtió en una obsesión el conseguir reliquias de la monja de Carrión, sobre todo las célebres cruces y cuentas de rosario, difundiéndose por toda Castilla su fama de santidad, motivo por el que sus restos fueron reclamados por el convento carrionense, adonde fueron trasladados el 5 de febrero de 1649, reposando desde entonces en el coro bajo de la iglesia.

     A pesar de la desaparición del rastro del convento y la iglesia en que ocurrieron aquellos hechos, que tiempo después asumió la advocación de San Ildefonso tras el derribo de la primitiva parroquia, la monja de Carrión ha pervivido en la memoria como una de las mujeres más singulares y controvertidas que habitaron la ciudad, según consta en la obra reivindicativa "Un proceso inquisitorial de alumbrados en Valladolid", publicada en 1890 por el padre Manuel Fraile Miguélez. Su fantástica biografía está jalonada de iniciativas religiosas, como la fundación de la Hermandad de Defensores de la Purísima Concepción, que estuvo formada por más de 80.000 personas en 1619, y de una personal producción literaria y poética, de corte autodidacta, cargada de inspirado misticismo y aire gongorino que, como toda su obra, ha sido alabada y denostada al mismo tiempo. En sus escritos podemos encontrar el eco de la voz que causó tantos quebraderos de cabeza a los inquisidores vallisoletanos:


     Donde el amor unitivo
     al espíritu inflamado
     lo suba de grado en grado
     al grado superlativo.
     A donde enferme sanando
     y así sanando esté enferma:
     Donde vele y donde duerma.
     Y esté dormida velando.


Informe: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1105209259682



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18 de mayo de 2011

Viaje: Recorrido por Baviera y Tirol en abril 2011



     Un año más paseamos alguno de nuestros días de vacaciones de Semana Santa por lugares cargados de cultura, historia o paisajes idílicos. Este año fue Austria nuestro destino. Iniciamos el recorrido visitando el Castillo de Neuschwanstein, cerca de Füssen en Alemania, uno de los castillos neogóticos más conocidos. Mandado construir por Luis II de Baviera, el «rey loco» en 1866, originalmente era conocido como el nuevo Hohenschwangau, en honor del lugar donde el rey pasó gran parte de su infancia. Su nombre fue cambiado tras la muerte del rey.

     El castillo de Neuschwanstein se construyó en una época en que los castillos y las fortalezas ya no eran necesarios desde el punto de vista estratégico. Nació como una pura fantasía romántica, una composición de torres y muros que pretendía armonizarse con las montañas y los lagos. Capricho excesivo para algunos, homenaje a la imaginación para otros, combina eclécticamente varios estilos arquitectónicos y su interior alberga múltiples piezas de artesanía no menos fantásticas. Su diseño no es funcional, sino estético, siendo en buena medida el producto de la mente de un escenógrafo teatral.

     Ya en Austria, Innsbruck fue la primera ciudad visitada. La historia de Innsbruck se remonta hasta la Edad de Bronce, pero fueron los romanos en el año 15 A.C. quienes realmente empezaron a darle importancia. La estratégica situación de la ciudad en el cruce de dos importantes rutas sobre los Alpes la hicieron el lugar ideal para los romanos para establecer un asentamiento. Los bávaros también estaban interesados en la localización de Innsbruck, asentándose en el valle en el siglo VI. Ellos establecieron las bases de la ciudad que conocemos hoy y que durante casi 1.000 años ha sido un centro vital para el comercio y el transporte.

     Ya que Innsbruck está en el centro de la cadena montañosa del Tirol, siempre ha estado envuelta en las luchas de poder del momento. Los condes de Andechs establecieron su base en la ciudad, estableciendo el primer mercado en 1180 y construyendo un puente importante sobre el río Inn que conectaba las rutas comerciales del norte y el sur de los Alpes. Desde este momento Innsbruck comenzó a prosperar.

     Cuando el Conde Alberto III tomó el control de Innsbruck en 1248, la ciudad comenzó lo que se considera su era moderna. Fue nombrada capital de Tirol en 1429 y los dos siglos subsiguientes fueron sus años dorados. Maximiliano I, el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, transformó Innsbruck en un centro de aprendizaje, cultura y comercio. Él construyó el magnífico Tejado Dorado, que sigue siendo el más famoso monumento de la ciudad.

     Innsbruck estuvo de vuelta en el centro del comercio austriaco ya que la Revolución Industrial había empezado. Un ferrocarril construido a través del Paso de Brenner colocó a Innsbruck en el centro del transporte regional a través de los Alpes, restableciendo su importancia tradicional. Cuando la ciudad fue anfitriona de los Juegos Olímpicos de Invierno en 1964 y 1976, Innsbruck ganó un nuevo reconocimiento, esta vez como centro de deportes al aire libre. La ciudad abrazó la nueva ola de esquiadores, quienes encontraron el equilibrio de la cultura del Viejo Continente y unas exquisitas instalaciones alpinas demasiado buenas para resistirse a ellas.

Hall in Tirol
     Esta ciudad rezuma historia y grandeza por todos costados, incluso hoy en día es como retroceder en el tiempo, a otra época, paseando por sus calles adoquinadas, el sonido de sus puertas viejas, o de las campanas de la iglesia; encontraremos la paz y la tranquilidad en sus estrechas callejuelas solo alteradas por las conversaciones que se cruzan de ventana a ventana. Quizá nos sintamos inmersos en como era la vida en 1303 cuando el Duque Otto le confirió a Hall (hal=sal) el fuero municipal, la sal. Como si de oro se tratará haría la grandeza y la riqueza de esta importante ciudad, aunque esto solo sería el principio de su gran prosperidad. La ciudad se convertiría en un importante centro comercial en el río Inn, y a mediados del siglo XV la casa de moneda se estableció en este lugar.

     Caballeros y príncipes ocupaban el palacio de Thaur, el cual fue ampliado en el siglo XIII convirtiéndose en la mayor fortaleza del valle del Inn. Los mineros extrajeron más de 10 toneladas de sal en el valle de Hall que era embarcada por el río Inn, convirtiéndose así la ciudad en una plataforma del comercio en Europa. Esto dió paso a que se juntarán aquí monedas procedentes de todo el mundo.

     El archiduque Segismundo de Austria, un Habsburgo que gobernaría el Tirol del 1446 a 1490, llamado “el rico de las monedas” hizo trasladar en 1477 la fábrica de acuñación de monedas principescas de Merano en el sur del Tirol hasta Hall. Así se acuñaría el primer tálero en 1486, el guldiner (florín) de Hall, una moneda de plata de alta calidad que fue el origen del nombre para el dólar, y la precursora del euro. Así Segismundo se liberó de la necesidad del caro oro, la plata de Schwaz sería codiciada más allá de las fronteras nacionales y además los príncipes podían difundir sus rostros en todo el mundo. En 1567, bajo el reinado del archiduque Fernando II se trasladó la fábrica de monedas del centro histórico de Hall a la fortificación de Hasegg, al sur de la ciudad para una mejor protección.

Wattens
     Sin duda hablar de Wattens en todo el mundo es sinónimo de Swarovski, el mágico mundo del cristal. Esta gran empresa familiar suministra a clientes de todo el mundo los objetos de los mundos de los cristales tallados inventados por André Heller.

Stans (Castillo Tratzberg)
     Hermosa castillo medieval, tuvo primero funciones defensivas contra los bávaros y más tarde fue el coto de caza del emperador Maximiliano I. Cuando el castillo se incendió en el siglo XV el emperador no lo reconstruyó sino que cambió las ruinas por otro castillo de la familia Taenzels, una familia muy rica que era dueña de una mina de plata. Esta familia fue la encargada de reconstruirlo en estilo gótico tardío que vemos hoy, con finas maderas, mármoles y detalles de hierro.

     Además del estilo gótico hoy también podemos apreciar un estilo general renacentista que aparece en 1554 cuando el castillo es comprado por un rico comerciante de Augsburg. A este dueño le debe el hermoso patio interno. Los dueños siguientes, los Fluggers, hicieron nuevas reformas, de este período son la mayor parte de los muebles y decoraciones que hoy pueden verse. A partir de entonces el Castillo Tratzberg estuvo deshabitado durante 150 años hasta que en 1847 cae en manos de la familia Enzenberg por matrimonio.

Schwaz
     En su apogeo durante la Edad Media, era un centro de minas de plata más importante que aportaron riqueza mineral, tanto para los Fugger familia de banqueros como a los emperadores de Austria. No quisimos perder la oportunidad de entrar las entrañas de esta mina y ver la recreación simulada de aquellos hombres que día a día extraían el preciado mineral en condiciones deplorables.

Alpbach
     Los primeros documentos conocidos que hablan de Alpbach datan de 1150, aunque se sabe que los primeros asentamientos humanos se reconocen alrededor del año 1000, un hacha de bronce es encontrado en Steinberger Joch en 1860 sugiere que la ruta era ya conocida en el período de Hallstatt.
     Los primeros cristianos llegan a la zona entre los siglos VII y VIII, son monjes irlandeses y escoceses levantan una iglesia parroquial consagrada a San Oswald.

Cataratas de Krimml
     En los tres enormes saltos de agua que las componen, consiguen bajar 380 metros de altura. Son también las más caudalosas de toda Europa, con 10.000 litros por segundo de caudal.

Salzburgo
     Es la cuarta ciudad de Austria, con 150.269 habitantes, capital del estado federado Bundesland de Salzburgo y de la región homónima, una de las regiones en que se divide el país. Su nombre oficial en alemán es Salzburg “castillo sal”, y proviene de las barcas que transportaban sal en el siglo VIII y que debían pagar un impuesto, uso muy común en muchos ríos de Europa. Es mundialmente conocida por haber sido la ciudad natal de Wolfgang Amadeus Mozart, uno de los mayores genios de la historia de la música.

     Se han encontrado trazas de establecimientos que datan de tiempos muy antiguos. Particularmente, en la colina de Rainberg existen indicios de una ocupación continuada desde el Neolítico hasta la conquista romana en tiempos del emperador Augusto. En la colina del castillo y en el Kapuzinerberg se han descubierto restos de fortificaciones de lo que en la Edad de Hierro fue con toda probabilidad el centro más importante del pueblo celta de los ambisontii.

     Los romanos agruparon las pequeñas comunidades agrícolas en una única urbe, Juvavum, en el año 15 a.C. Es probable que el nombre no provenga de una divinidad romana, sino que fuese la adaptación de un anterior nombre celta (Iuvavo). La urbe se convirtió en municipium en el año 45 d.C. bajo el emperador Claudio (Municipium Claudium Juvavum), llegando a ser uno de los más importantes de la provincia de Noricum. El declive de Juvavum después del colapso de la frontera de Noricum fue muy rápido, de tal forma que en el siglo VII se había convertido en una “ruina total”.

     Hacia el año 700 San Ruperto fundó una población en el solar del antiguo Iuvavum romano, ubicado sobre grandes minas de sal, a las cuales debe su nombre la ciudad, que se convirtió en el año 739 en sede de un obispado y en el 798, con Arno, en sede de un arzobispado.
     Fue gobernado por un Príncipe-Arzobispo hasta principios del siglo XIX. Su último Príncipe-Arzobispo fue Hieronymus von Colloredo.

Palacio Herrenchiemsee
     Construido en la isla del lago Chiemsee, Herrenchiemsee fue el tercer gran castillo que construyó Luis II, su obra monumental de más esplendor y su más bella creación. Este palacio era un sueño que siempre había acariciado desde que visitó por primera vez Versalles, lo que le llevó a ponerse manos a la obra y proyectar su nuevo Versalles. El palacio debería ser una réplica del modelo francés, aunque no llegó a concluirse totalmente por las ingentes sumas de dinero que requería. Por ello, se construyó solo la parte central que es prácticamente igual al original. Se construyó en solo 7 años entre 1878 y 1885. Las mayores modificaciones se encuentran en el patio central, en el que se tomó mayor libertad, mientras que la fachada al parque es igual a la del Versalles, incluso los estanques y fuentes como la de Latona tienen su réplica en Herrenchiemsee.

La Abadía de Melk
     La Abadia, benedictina sita en Melk, uno de los monasterios cristianos más famosos del mundo. Domina el Danubio desde lo alto de un acantilado rocoso, próximo al valle de Wachau. Fue fundada en 1089, cuando Leopoldo II, soberano de Austria, entregó uno de sus castillos a los monjes benedictinos de la Abadía de Lambach. En el siglo XII se fundó una escuela, y la biblioteca de la abadía alcanzó rápidamente renombre por su extensa colección de manuscritos. El monasterio fue también un referente en la producción de manuscritos. En el siglo XV la abadía se convirtió en el centro de la Reforma de Melk, un movimiento que devolvió cierto vigor a la vida monástica de Austria y el sur de Alemania. Desde 1625 la abadía ha sido miembro de la congregación, actualmente incluida en la Confederación Benedictina.

     La Abadía de Melk consiguió su impresionante aspecto barroco actual entre 1702 y 1736, tras la reforma dirigida por el arquitecto Jakob Prandtauer. Son particularmente destacables la iglesia de la abadía, con frescos de Johann Michael Rottmayr, y la magnífica biblioteca, con incontables manuscritos medievales y frescos de Paul Troger. Debido a su fama y altura académica, Melk consiguió escapar a la disolución bajo José II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, mientras muchas otras abadías austríacas fueron confiscadas y disueltas entre 1780 y 1790. La abadía consiguió sobrevivir otras amenazas a su existencia durante las Guerras Napoleónicas, e incluso en el periodo siguiente al Anschluss, la anexión nazi de Austria en 1938.

Viena
     Para cerrar el viaje nada mejor que hacerlo en la ciudad imperial por excelencia, la ciudad que siempre fue el centro de la vida cultural europea, de Viena no es para contar nada es para visitarla y perderse por sus calles, visitar todo su patrimonio artístico y documentarse en profundidad de toda su historia.

Informe y fotografías: Jesús Santos

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17 de mayo de 2011

Exposición: ESPAÑA FRENTE A FRENTE, Museo de León, del 18 de mayo al 3 de julio 2011


MUSEO DE LEÓN
Edificio Pallarés. Plaza de Santo Domingo 8, León
Exposición temporal con motivo del Día Internacional de los Museos

ESPAÑA FRENTE A FRENTE
Fotografías de la Guerra Civil de Kati Horna y Albert-Louis Deschamps

     Albert-Louis Deschamps llegó a España en 1938 como corresponsal del semanario conservador L’Illustration, y siguió los pasos de las tropas rebeldes por Aragón, Cataluña y Madrid, bajo la atenta censura de propaganda de la Junta Militar, con la perspectiva ajena y desapasionada de quien parece apreciar el restablecimiento del orden a toda costa.
     Por su parte, la fotógrafa húngara Kati Horna se consideraba una obrera del arte que no cobraba por sus fotografías, facilitadas a la CNT y distintas publicaciones libertarias y anarquistas. Llegó a España en 1937 y recorrió el frente retratando la lucha contra el fascismo y el rostro de quienes mantenían la esperanza. Nunca fue neutral.

     Nunca en su historia reciente España ha ocupado la atención de la opinión pública mundial como lo hizo de 1936 a 1939. La guerra civil española alcanzó ese protagonismo internacional porque la mayoría de los ciudadanos informados estaba convencida de que en estas tierras se dirimía un conflicto que, más pronto que tarde, habría de afectar a toda Europa, al planeta entero. Y así fue. Apenas seis meses después del sometimiento de la joven democracia española, el avance militar del fascismo obligó a una guerra mundial que finalmente acabaría derrotándolo, aunque no en todas partes. Por ese motivo, los principales medios de comunicación extranjeros destacaron corresponsales en España, convirtiendo sus campos de batalla y retaguardia en escenarios de la primera guerra moderna en el terreno del fotoperiodismo; haciendo de ella una conflagración mediática, diríamos hoy. Algunos de estos trabajos nos permiten actualmente, con el distanciamiento paliativo del blanco y negro, tan proclive a la perspectiva histórica, reflexionar sobre las circunstancias de un país que quizás ya no sea el nuestro, pero que reconocemos con una mezcla única de familiaridad y estupor.

     Las dos series fotográficas que presentamos se contraponen a la perfección, y personifican de alguna manera las actitudes que gran parte del mundo adoptó hacia el drama español, convertido poco después en una tragedia universal. Este año 2011 se cumplen setenta y cinco años del comienzo de este incivil y fratricida episodio de nuestra historia. Por otro lado, el Día Internacional del Museo se celebra este mes de mayo bajo el lema “Museos y memoria”.

     El Museo de León, gracias al apoyo de la Filmoteca regional de Castilla y León y a los fondos del Centro de Documentación de la Memoria Histórica del Ministerio de Cultura, presenta esta exposición cuyo objetivo es, sencillamente, poder contemplar instantáneas de un viejo álbum biográfico en el que, tal vez al menos, reconozcamos en el espejo el país que fuimos para entender el que debemos ser.

HORARIOS DE VISITAS:
Martes a sábado de 10 a 14 y de 16 a 19 h.
Domingos de 10 a 14 h.
Lunes, cerrado.
Entrada gratuita
Visitas didácticas y atención a grupos en museo.leon.deac@jcyl.es

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16 de mayo de 2011

Un museo interesante: REAL MONASTERIO DE SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, Valladolid




REAL MONASTERIO DE SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA
Comunidad de Religiosas Cistercienses de San Bernardo
Plaza de Santa Ana 4, Valladolid



     El Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, que se halla en una céntrica plaza de Valladolid próxima al río Pisuerga y a escasos metros de la Plaza Mayor, es una fundación real que se remonta a 1596 para acoger a un grupo de monjas recoletas de San Bernardo procedentes de un beaterio próximo a la localidad palentina de Perales, que había sido fundado en 1161.

     Siendo insuficiente el primitivo edificio, en 1618 fue remodelado bajo el patronazgo real por Francisco de Praves, que reorganizó el claustro y otras dependencias. El monasterio se levantaba en su lado sur junto al convento de la Trinidad Calzada, que fue destruido durante la invasión francesa, y en su lado norte frente a la iglesia de San Lorenzo, que a su vez lindaba con la Casa de la Moneda, después convertida en cárcel de la Ciudad.

     El edificio manifestó síntomas de ruina en 1777, lo que motivó a la comunidad a solicitar al rey Carlos III la reconstrucción del edificio, con la ayuda de los fondos recibidos por herencia del marqués de Canales y el conde de Boucoben. Dos años después el rey encomendaba a Francisco Sabatini, arquitecto real, la realización de los planos, siendo el artífice de la construcción el arquitecto Álvarez Benavides, primero bajo la dirección de Francisco Balzama y después de Manuel Mariátegui. El nuevo edificio se inauguró en 1787, regresando a él la comunidad alojada durante los siete años de obras en el palacio de la marquesa de Camarasa, frente a la iglesia de San Pedro. Es de estilo neoclásico sumamente austero, con un fachada organizada geométricamente y recorrida por molduras que tan sólo es animada con la presencia del escudo del patronato real, colocado en el frontispicio, y una imagen de Santa Ana, superviviente del siglo XVI, colocada dentro de una hornacina, en tanto que los trabajos de rejería que cierran todos los ventanales le proporcionan un aspecto carcelario.

     Sin embargo, la sobriedad del exterior se vería compensada al interior con profusión de obras artísticas. Sin duda, las que despiertan mayor expectación se encuentran en la iglesia, que presenta planta ovalada, presbiterio rectangular y cúpula trasdosada con linterna. Los altares laterales, realizados en madera imitando mármol, están presididos en el lado de la Epístola por tres pinturas de gran formato realizadas por Francisco de Goya en 1787, las únicas obras del artista aragonés existentes en Castilla y León.
     Representan la Muerte de San José, posiblemente la más original, Santa Ludgarda y San Bernardo acompañado de San Roberto socorriendo a un pobre, pinturas que cobran especial interés por tratarse de algunos de los escasos ejemplos de pintura religiosa sobre lienzo realizados por el genio universal. En el lado del Evangelio se corresponden con un trío de pinturas realizadas por su cuñado Ramón Bayeu, que representan a San Benito, Santa Escolástica y la Virgen acompañada de San Francisco y San Antonio, todas ellas de notable interés y a la misma altura que los cartones para tapices que guarda el Museo del Prado.

     Ante la calidad de la obra pictórica desplegada por la iglesia, pasa desapercibido el sencillo retablo mayor, de diseño estrictamente neoclásico, con columnas corintias y un grupo del siglo XVIII que representa a la Virgen Niña con sus padres San Joaquín y Santa Ana, titulares del monasterio.

     Parte de las dependencias conventuales se han adaptado para su función de museo, abierto al público desde el 19 de febrero de 1978. En salas, distribuidas en dos pisos, se muestran pinturas, esculturas, tapices, mobiliario, loza y diversos objetos litúrgicos pertenecientes al rico patrimonio de la comunidad, figurando entre los fondos algunas obras maestras y curiosas piezas habituales en las clausuras.

     La exposición fue aumentada en octubre de 1999 con la adaptación de las antiguas celdas del piso superior para exponer parte de la colección de trabajos textiles realizados por la comunidad cisterciense desde mediados del siglo XVIII, con más de doscientas piezas que constituyen un caso excepcional de esta especialidad, destacando la gran sala en la planta baja donde se exponen vitrinas que guardan capas pluviales, dalmáticas, casullas, ternos, facistoleras y otros ornamentos con bordados en oro y plata sobre seda.

     Entre la serie de pinturas destacan los retratos de Felipe V e Isabel Clara Eugenia, del siglo XVIII, el retrato de la madre María Evangelista, un curioso lienzo en que aparecen el Padre Luis de la Puente y Marina Escobar, místicos locales, un cuadro que representa a la Virgen de San Lorenzo y una abundante colección de pintura religiosa de los siglos XVII y XVIII.

     Es en el campo de la escultura donde el museo ofrece sus piezas más singulares, destacando el Cristo Yacente realizado por el taller de Gregorio Fernández hacia 1634, imagen titular de la Cofradía del Santo Entierro. Obra excepcional es el busto de la Dolorosa de Pedro de Mena, pieza elaborada hacia 1673, protegida por una vitrina regalada por la National Gallery de Londres, después de ser allí exhibida en la exposición "Lo sagrado hecho real" del año 2009. También es destacable un busto de Ecce Homo del siglo XVII, próximo a la obra de Francisco Alonso de los Ríos, discípulo de Gregorio Fernández.

     Especialmente atractiva es la colección de imágenes del Niño Jesús, con múltiples caracterizaciones y ajuares, que llenan varias de las vitrinas del museo junto a preciosas imágenes de vírgenes vestideras, relicarios y piezas de marfil. Entre las obras más curiosas se encuentra la representación de Los Novísimos, miniatura en cera realizada en Nápoles, de un fuerte realismo dramático, así como un Crucifijo del siglo XVI realizado en papelón, una técnica de la que, aunque generalizada antaño, actualmente se conservan tan pocos ejemplares que esta obra adquiere un gran valor testimonial.

     El convento padece una alarmante plaga de termitas desde hace más de siete años que pone en peligro su rico patrimonio, un grave problema que junto a problemas de humedades exige una solución que requiere una elevada inversión económica que en la actualidad nadie parece estar dispuesto a afrontar, el monasterio por falta de recursos y las instituciones por el recorte de presupuestos por la crisis económica, a pesar de que desde 1956 fue declarado Monumento Nacional Histórico-Artístico.



HORARIO DE VISITAS:
De Semana Santa al 31 de octubre
De lunes a viernes de 10 a 13:30 horas y de 17 a 20 horas.
Sábados de 10 a 14:30 horas.
Domingos y festivos cerrado.
Resto del año
De lunes a viernes de 10 a 13:30 horas y de 17 a 19 horas.
Sábados de 10 a 14:30 horas.
Domingos y festivos cerrado.

TARIFAS:
Entrada: Pago a voluntad. / Visita guiada grupos previa cita: 2 € por persona.
Tel. 983 357672

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