El Museo de San Francisco de Medina de Rioseco acoge hasta finales de año la exposición "Carmelitas". La celebración del Quinto Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, que se celebrará en 2015, es el motivo para que libros, documentos, esculturas, pinturas o piezas de orfebrería, en su mayoría provenientes de la colección del Convento de Madres Carmelitas de Medina de Rioseco, depositada en el Museo de San Francisco, se expongan al público por primera vez para acercar al visitante a la historia de la centenaria Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y a su relación con Medina de Rioseco, donde se fundaron dos conventos de la orden.
Los ermitaños inspirados por el profeta Elías que se retiraron a vivir en el Monte Carmelo, la presencia carmelitana en Rioseco, la importancia para la orden de devociones de la Sagrada Familia, la Virgen del Carmen o San José, la figura de Santa Teresa de Jesús o las cofradías que en Rioseco tienen relación con la Orden Carmelita, son algunos de los contenidos de la muestra.
El Ayuntamiento de Medina de Rioseco y el Museo de San Francisco, en colaboración con la Diputación de Valladolid, la Asociación de Empresarios y Profesionales de Medina de Rioseco, las parroquias de Santa María y Santiago y la Asociación para la Restauración y Conservación de los Templos colaboran en una muestra que servirá como promoción del Museo de San Francisco y de los recursos turísticos de Medina de Rioseco.
VISITAS GUIADAS
De martes a domingos, a las 13 y 17 h.
Visitas habituales al Museo de San Francisco a las 11, 12, 16 y 19 h.
Precio 1 €.
LA OLLA CARMELITA
Los sabores de la gastronomía de siempre
Paralelamente a la exposición, los restaurantes riosecanos Castilla, Casa Manolo, Vittoria Colonna, Santamaría, Pasos, Los Arcos, La Rúa, La Vía, India Chica y Sequillo ofrecerán "La Olla Carmelita", con un económico menú de entre 10 y 15 euros con los sabores de la gastronomía tradicional, en los que no faltarán alubias, callos, cocido, cordero, carrilleras, lentejas, bacalao o garbanzos en sabrosas combinaciones. A los comensales se les regalará la entrada a la muestra.
RESTAURANTE CASTILLA
Alubias con almejas
Bacalao rebozado al estilo “Castilla”
Leche frita
Pan, vino o agua y café.
Precio Iva incluido 12€
Reservas 983 700 078 y 663 813 754
RESTAURANTE SANTAMARIA
Cocido castellano
Postre casero
Agua, vino de la casa o cerveza y café
Precio Iva incluido 12€
Reservas 983 700 746
MESON LOS ARCOS
Alubias estofadas, con su acompañamiento:
Costillas, carrilleras ibéricas, papada, morcilla y chorizo.
Hojaldre especial de la casa
Pan, vino o agua y café de puchero.
Precio Iva incluido 15€
Reservas 983 720 043
RESTAURANTE H. VITTORIA COLONNA
Sopas de ajo Vittoria Colonna
Guiso de cordero al estilo castellano
Postre casero del chef
Agua mineral y vino de nuestra casa incluidos.
Precio 15€ Iva incluido
Reservas 983 725 087
RESTAURANTE LA RUA
Entrante de la casa
Guiso de costillas con patatas
Postre Casero
Pan, Vino o agua y café.
Precio Iva incluido 12€
Reservas 983 700 783 y 983 700 519
RESTAURANTE PASOS
Alubias con chorizo
Albóndigas al estilo de la abuela
Postre: Arroz con leche
Pan, Vino o agua.
Precio Iva incluido 15€
Reservas 983 701 002
CASA MANOLO
Pote de garbanzos con callos y chichurro castellano
El 24 de octubre de 1912, tras ser identificada como el nº 14 de la calle del Rastro de Valladolid, la casa que habitara Cervantes fue adquirida por el Marqués de la Vega Inclán, comisario regio de turismo. Poco después, en nombre del rey Alfonso XIII, Mr. Archer Huntington, amigo del marqués y presidente de la Hispanic Society of America, con sede en Nueva York, adquirió las casas contiguas, correspondientes a los números 12 y 16, con la intención de preservar tan singular edificio y darle un uso cultural, convertirlas en Biblioteca y Museo.
En ese tiempo Mr. Archer Huntington también se dedicó a recoger tipos y lugares de toda España a través de fotógrafos cualificados, destacando entre ellos Ruth Matilda Anderson, que en la década de 1920 recopiló una importante colección de fotografías por buena parte de la geografía española.
Para celebrar el centenario de la compra de aquellas casas que fueron vivienda del ilustre escritor se ha organizado esta exposición, que muestra algunas de las sugestivas fotografías realizadas por Ruth Matilda Anderson (1893-1983) en la Casa de Cervantes en 1925, después de ser contratada por la Hispanic Society para realizar este trabajo.
Salida a las 9 horas desde la Plaza de Colón con dirección a Peñaranda de Duero y visita al palacio. Traslado al Monasterio de la Vid para realizar su visita. Al finalizar la misma, salida hacia Maderuelo, lugar histórico y medieval. Comida. Por la tarde salida hacia Ayllón para visitar la villa, finalizando la jornada a últimas horas de la tarde en Campisábalos para visitar la iglesia de San Bartolomé y la capilla de San Galindo, joyas del románico de Guadalajara. Regreso a Valladolid alrededor de las 20,30 horas.
PRECIO SOCIO: 40 €.
PRECIO NO SOCIO: 45 €.
INCLUYE: Viaje en autocar, visitas al Palacio de Peñaranda de Duero, al Monasterio de la Vid, Maderuelo, etc.
Comida en el restaurante El Parral, con los siguientes menús:
Menú A – Sopa Castellana y merluza rebozada, postre, agua y vino y café.
Menú B – Fabes con chorizo, Entrecot con patatas, Postre, pan y vino y café.
REQUISITOS: Grupo mínimo/máximo 40 personas.
INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 de 18 a 20,30 h. a partir del día 28 de octubre.
Salida a las 15,30 horas desde la Plaza de Colón con dirección a Andorra. Alojamiento en Hotel Delfos ****, en Escaldes-Caldea.
Sábado 1 de diciembre
Programa de la Oficina de Turismo, con visitas a iglesias y museos, así como a poblaciones con arquitectura románica y popular. A mediodía llegada al hotel con comida de buffet. Después salida con guía para visitar el Principado. A las 18,30 h. aproximadamente, entrada al Balneario de Caldea. A las 21,30 salida a pie hacia el hotel y cena buffet en Hotel Delfos.
Domingo 2 de diciembre
Salida a las 10,30 con dirección a Seo de Urgel para visitar la catedral y el museo. Finalizada la visita, salida hacia Valladolid, donde está previsto llegar alrededor de las 10,30 de la noche.
PRECIO SOCIO: 180 €.
PRECIO NO SOCIO: 185 €.
INCLUYE: Viaje en autocar, visitas guiadas por el Principado, seguro, dossier y guía Domus Pucelae. Entrada al balneario de Caldea durante 3 horas el sábado, pensión completa el día 1 y desayuno del día 2.
REQUISITOS: Grupo mínimo/máximo 40 personas.
INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 de 18 a 20,30 h. a partir del día 28 de octubre.
Uno de los centros de mayor creatividad escultórica de Europa en el siglo XII se localiza en la ciudad francesa de Conques, donde en el periodo carolingio un escultor desconocido plasmó con maestría y habilidad un fantástico tímpano que con el habitual tema del Juicio Final preside la portada de la iglesia abacial dedicada a santa Fe, una joven nacida en la ciudad de Agen que fue martirizada el año 303, durante el gobierno de Daciano.
Cuenta la leyenda que sus restos fueron robados de Agen y llevados a Conques en el año 866 por el monje Arosnide para preservarlos de las invasiones normandas, después de permanecer en Agen diez años para no despertar sospechas en la comunidad sobre su interés por las reliquias. Lo cierto es que la abadía de Conques adquirió desde el año 884 mucha fama milagrera y celebridad, atrayendo a multitudes de peregrinos el culto extendido sobre la joven mártir, símbolo galo de la defensa de la fe cristiana.
Hoy la iglesia abacial que fuera fundada por el abad Dadon, bajo la protección de Carlomagno, es un reclamo turístico tanto por su célebre tímpano esculpido como por el Tesoro que alberga, con destacadas obras de época carolingia.
La construcción del complejo abacial fue iniciado por el abad Oldoric entre 1041 y 1052, aunque las obras fueron muy lentas por falta de medios, de modo que la nave de la iglesia, en puro estilo románico, no fue levantada hasta principios del siglo XII.
La iglesia presenta una planta en forma de cruz latina, con la peculiaridad de tener el transepto más largo que la nave para adaptarlo a la pendiente del terreno, dotada en la cabecera de un deambulatorio, propio de los templos de peregrinación, y una serie de capillas radiales, estructura después convertida en modelo para otras iglesias románicas de Auvernia. Sin embargo, lo que desde siempre viene causando admiración es el trabajo escultórico de su portada occidental, especialmente el tímpano cobijado bajo un arco de medio punto que se adelanta a la fachada y cuya fina factura destaca entre el rústico trabajo de la piedra y las dos torres rematadas en el siglo XIX.
ELEMENTOS ICONOGRÁFICOS DEL JUICIO FINAL DE SANTA FE DE CONQUES
A mediados del siglo XII, un desconocido escultor plasmaba en imágenes de fácil comprensión y exquisita originalidad el tema del Juicio Final, un asunto muy recurrente por la Iglesia del momento, que prácticamente lo aplicaba con intenciones atemorizadoras y catequéticas en todas las portadas de los templos más importantes, incluidas las catedrales. Lo que sorprende en este caso es la interpretación de tan manido tema con tanta originalidad, realizado con tan grandes dimensiones y esculpido con tanto esmero, conformando un impactante repertorio que con sus figuras policromadas sin duda debían sorprender a todos los peregrinos.
El tímpano, que se ajusta a la descripción del Juicio Final referida en el evangelio de San Mateo, está dividido genéricamente por tres niveles superpuestos perfectamente delimitados por pronunciadas cornisas que están recorridas por inscripciones. En ellos se distribuyen de forma ingeniosa hasta ciento veinticuatro personajes que guardan una diferente escala según su importancia en el relato, una costumbre generalizada en la escultura románica del momento.
En la composición destaca la figura central de Cristo en Majestad (Maiestas Domini) dentro de una mandorla que simula con nubes un espacio celeste. En este caso Cristo no aparece como un juez severo, portando desafiante el libro de la Ley, sino indicando al peregrino el camino de salvación con la derecha, levantada hacia el signo de la cruz que portan dos ángeles en el registro superior, mientras que con su mano derecha hacia abajo hace al ademán de apartar a los malditos. Su majestad queda realzada tanto por el acompañamiento de dos ángeles con candelabros en la base, alusión a la luz que representa Cristo, y otros dos con cartelas en la parte superior, como por su fina policromía, hoy deficiente por el paso del tiempo.
La figura mayestática de Cristo se entrelaza ingeniosamente con los ángeles que por encima portan la cruz a la vez que sujetan en sus manos un clavo y la punta de la lanza que atravesó su costado, símbolos alusivos a la Pasión que están acompañados a los lados por medallones en los que se personifican de forma simbólica el Sol y la Luna, que vienen a representar el día y la noche, la nueva ley y la ley hebraica, en definitiva, la Iglesia y la Sinagoga.
A los lados de esta escena de glorificación se expande todo el repertorio referido a los efectos del sumarísimo juicio. En la parte superior y a cada lado, los ángeles tocando trompas anuncian el comienzo de tan temeroso trance, el momento en que comienza la resurrección de la carne y cada cual tiene que enfrentarse a su juicio personal, escena representada con gran detallismo sobre los tejadillos del registro inferior, donde en el centro, bajo los pies de Cristo, aparece el arcángel San Miguel pesando las virtudes y los pecados de las almas frente a la burlona figura de Satanás que, con sonrisa sarcástica y empujando con el dedo la balanza, intenta hacer trampas para quedarse con un alma.
En uno de los lados aparecen ángeles rescatando de la sepultura a varios santos y en la parte más a la izquierda del espectador la figura postrada de santa Fe, patrona de la iglesia, que es acogida por la mano de Dios mientras aparece situada junto a un pequeño claustro en el que son visibles un altar, una silla y unos grilletes, símbolo de los condenados por ella liberados. Al lado contrario, algunos personajes depravados son castigados con curiosos suplicios por demonios fantásticos. La dificultad para interpretar las claves de estas penas, en su momento fáciles de entender por todos los fieles, hace especular que se trate del castigo aplicado a músicos y cantantes y el castigo de un posible cazador furtivo, que es transportado a las llamas por dos diablos como una pieza de caza.
El resto de la superficie esculpida hace referencia explícita a la Gloria y el Infierno a través de espacios perfectamente delimitados en los que los personajes, contrastando el orden y el caos en sus gestos, aparecen bien definidos como elegidos o condenados, como una alegoría del bien contra el mal.
EL PARAÍSO
La secuencia comienza con la figura de San Miguel pesando los pecados y un ángel, a la izquierda del tabique central, abriendo la puerta del Paraíso a los elegidos y conduciéndoles de la mano al interior de un edificio con seis arquerías y lámparas colgantes que representa la gloria como la Nueva Jerusalén, según aparece citada en el evangelio de San Lucas. Bajo la arquería central aparece Abraham acogiendo en su seno a dos jóvenes santos, mientras que a los lados se colocan por parejas profetas, apóstoles y santas, dos de ellas portando tarros de ungüentos. Su identificación es difícil, especulándose que puedan representar a María Magdalena, de culto muy extendido en Francia, las vírgenes prudentes, San Pablo, el apóstol que porta una espada, etc.
El Paraíso se continua en el registro central, a la izquierda del espectador, donde los elegidos, en ordenado desfile, se dirigen hacia Cristo. En el extremo izquierdo los santos son guiados por un ángel, apuntándose como Santiago el que camina apoyado en un bordón y a su lado el monje Arosnide, el que robara las reliquias de santa Fe en Agen y las trajera a este lugar. Delante de ellos, el abad Dadom, fundador de la abadía, porta un báculo y conduce de la mano al emperador Carlomagno, su benefactor, caracterizado con corona y cetro, ambos acompañados de un séquito de cuatro personajes.
En un espacio privilegiado aparece la Virgen en su papel de intercesora ante Cristo. Junto a ella San Pedro, portando un báculo y una llave de gran tamaño, y un abad no identificado, posiblemente Oldoric, promotor de las obras cuando se labra el tímpano. Sobre ellos cuatro ángeles sujetando cartelas con referencias a las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, y una alusión a la humildad, vías infalibles para merecer la Gloria.
EL INFIERNO O TARTARO
Siguiendo la característica ley de simetría en la composición románica, a la derecha las escenas del Infierno se contraponen al Paraíso. Es en este repertorio demoniaco y en los castigos infringidos a los condenados donde el escultor crea escenas realmente originales e impactantes. La secuencia comienza igualmente en el centro, bajo la figura de San Miguel, con demonios que introducen a palos a los condenados en las fauces de un enorme monstruo colocado en la puerta del Infierno.
A su derecha, en un espacio caótico presidido por la figura central de Satanás, al que un diablo cuchichea en la oreja mientras sujeta una serpiente entre sus genitales y pisotea a un hombre barbado. A su lado aparece el castigo de los siete pecados capitales, como la soberbia a la izquierda, representada por un caballero desmontado a golpes de su caballo; a su lado la lujuria, con una mujer adúltera con los pechos al aire y el cuello amarrado al de su amante; la avaricia, con un ahorcado con la bolsa de dinero al cuello; la envidia, con un calumniador al que cortan la lengua; la ira, con un personaje al que un diablo hace burla golpeando su cabeza; la pereza, representada por un hombre acostado al que otro diablo sume entre las llamas; en el extremo derecho la gula, con un goloso empujado sobre la olla. Sobre el dintel una frase amenazadora: "Pecadores, si no cambiáis vuestras costumbres, sabed que sufriréis un juicio temible".
Los suplicios continúan en el registro intermedio, donde dos ángeles armados impiden a los condenados escapar del Infierno, uno portando un escudo y una espada y otro una lanza estandarte. Junto a ellos, otros dos ángeles orientados a Cristo, uno portando el Libro de la Vida y otro agitando un incensario. Más a la derecha, escenas terroríficas a dos niveles; arriba un abad aferrado a su báculo es devorado por un monstruo y unos monjes son atrapados con una red por otro demonio; a su derecha es pisoteado un hereje que porta un libro; junto a él un falsificador de moneda es tirado de la barba. Más abajo aparece un rey desnudo atrapado por un diablo que burlonamente se arrodilla ante él; a su lado son humillados dos monjes indignos; en el extremo dos diablos burlones cuelgan por los pies a los borrachos, como si quisieran vaciarlos.
Afortunadamente todo este repertorio, obra maestra de la escultura románica, en la que el escultor se esfuerza por personalizar a cada personaje, aunque trabaje sobre la base de estereotipos faciales, se conserva completo y en muy buenas condiciones, a pesar de que a finales del siglo XIV fuera trasladado desde su ubicación original y colocado bajo un gablete con función de pórtico. Su reciente restauración permite apreciar con nitidez los valores compositivos, después extendidos a través de las rutas de peregrinación.
Informe: J. M. Travieso.
Fotografías: Santiago García Vegas.
Conferencia: EL UNIVERSO SERT: LAS IDEAS, LOS IDILIOS
Pilar Sáez Lacave, especialista en Sert.
Salón de actos del Palacio Villena.
Entrada libre hasta completar aforo.
Las actividades en torno a la nueva exposición temporal organizada por Promoción de Bellas Artes y el Museo Nacional de Escultura, en colaboración con el Arts Santa Mónica, tienen como denominador común el título «París era una fiesta».
Un ciclo de conferencias, música y cine propone un acercamiento al París de los «felices 20», en el que la personalidad de Sert brilló intensamente. Encumbrado por el éxito, el pintor llevó una existencia mundana y hedonista, marcada por el gusto por la fantasía, los viajes y los desafíos estéticos que compartió con grandes talentos.
Salida a las 6 h. desde la Plaza de Colón con destino a Barajas. Trámites de facturación y embarque del vuelo de Iberia/3316 con destino a Tel Aviv. Salida a las 11,00 h. y almuerzo a Bordo. Llegada al aeropuerto Ben Gurion a las 17,05 h. Trámites fronterizos. Traslado al hotel en Tel Aviv. Visita panorámica de Tel Aviv y Joppe. Cena y Alojamiento.
Martes 4 diciembre TEL AVIV - JAFFA - CESARE MARITIMA - HAIFA - CANA - TIBERIADES
Desayuno en el hotel, salida por la Vía Maris hacia Cesárea Marítima donde se visitara el antiguo Teatro Romano así como el Acueducto de la ciudad. Continuación hacia Haifa, sobre el Monte Carmelo para visitar la Iglesia de Stella Maris, primero y principal santuario de al Virgen del Carmen en el mundo y la Gruta del Profeta Elías así como la bella panorámica sobre la ciudad Almuerzo. Visitaremos Cana de Galilea donde se conmemora el primer milagro de Jesús. Continuación hacia Tiberiades para cena y alojamiento.
Miércoles 5 diciembre TIBERIADES – NAZARETH – TIBERIADES
Desayuno en el hotel, salida hacia el Monte de las Bienaventuranzas, escenario del Sermón de la Montaña. Continuación hacia Tabgah lugar de la Multiplicación de los Panes y los Peces así como el lugar del Primado de Pedro. Luego hacia Cafarnaum, la ciudad de Jesús para visitar la antigua Sinagoga y la Casa de San Pedro. Paseo en Barca por el Mar de Galilea hacia Tiberiades. Almuerzo. Por la tarde, viaje hacia Nazareth donde se visitara la Basílica de la Anunciación, la Fuente de la Virgen y la Carpintería de San José. Antes de regresar al hotel, breve visita al Río Jordán .Cena y alojamiento en Tiberiades
Jueves 6 diciembre TIBERIADES - MONTE TABOR - MAR MUERTO - MASSADA - JERUSALÉN
Desayuno en el hotel, traslado al Monte Tabor para subir a su cima y visitar el Santuario de la Transfiguración así como la bella vista sobre el Valle de Esdrelon. Luego a través del Valle del Jordán Judea, continuación hasta el Mar Muerto. Almuerzo. Posibilidad de baño en estas aguas milagrosas. Visita al recinto arqueológico de Qumran, donde fueron hallados los famosos rollos de los Esenios. Continuación a Massada, subida y bajada por cable carril. Cena y alojamiento en el hotel en Jerusalén
Viernes 7 diciembre JERUSALÉN - BELEN - HERODION
Desayuno en el hotel, visita del Monte de los Olivos evocando la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén. Visitas a las Iglesias de Pater Noster, Ascensión y Dominus Flevit, así como el Huerto de Getsemaní con sus milenarios olivos, la Basílica de la Agonía (Todas las Naciones) la Tumba de la Virgen y la Gruta de los Discípulos. Continuación hacia Belén Almuerzo. Visita de la Tumba de Raquel, visitaremos El Pesebre y la Iglesia de la Natividad, Iglesia de Santa Catalina y Grutas de San Jerónimo. Visita de Herodion. Regreso al hotel en Jerusalén para cena y alojamiento.
Sábado 8 diciembre JERUSALÉN
Desayuno en el hotel hacia el Monte Sion para visitar la Basílica de la Dormición de la Virgen, así como el Cenáculo (sitio de la institución de la Eucaristía) y la Tumba del Rey David. Almuerzo .Por la tarde, paseo peatonal por la vía Dolorosa desde la Puerta de San Esteban, pasando por la Piscina Probática, Iglesia de Santa Ana, Litostrotos, así como las XIV estaciones de la Vía Dolorosa hasta la Basílica del Santo Sepulcro. Visita a la Iglesia. Recorrido por el Barrio Judío. Visita al Museo Torre de David, con una presentación de la historia de Jerusalén a través de los tiempos. Regreso al hotel en Jerusalén para cena y alojamiento.
Domingo 9 diciembre JERUSALÉN - CIUDAD NUEVA
Desayuno en el hotel y salida para recorrer la ciudad nueva de Jerusalén, visita del Muro de las Lamentaciones, Monte del Templo y visita de las Mezquitas. Recorrido panorámico de la ciudad nueva de Jerusalén, el Parlamento (Knesset) y Universidad Hebrea. Almuerzo. Continuación hacia Ein Karem, lugar del nacimiento de Juan Bautista y de la Visitación de María a su prima Isabel. cena y alojamiento en Jerusalén
Lunes 10 Diciembre JERUSALÉN / MADRID / VALLADOLID
Desayuno en el hotel. Tiempo libre hasta las 11 horas para compras, posteriormente se completará con el guía la visita de la ciudad donde se mezclan las tres culturas: musulmana, Judía y cristiana .Almuerzo y A las 14,00 traslado al aeropuerto .Trámites de facturación y embarque del vuelo de Iberia con destino a Madrid. Salida a las 17,00 h. Llegada a las 21,35 h y continuación del viaje a Valladolid. Fin del viaje y de nuestros servicios.
PRECIO SOCIO: 1645 €.
PRECIO NO SOCIO: 1695 €.
SUPLEMENTO HABITACIÓN INDIVIDUAL: 450 €
REQUISITOS: Grupo mínimo 21 y máximo 26 personas.
INCLUYE:
- Autocar Valladolid/Barajas/Valladolid.
- Vuelo regular clase turista Madrid/Tel Aviv/Madrid con compañía Iberia.
- Recepción y traslados apt-htl-apt con guía.
- 7 noches en pensión completa desde cena de llegada hasta el almuerzo de salida
- Hoteles de primera categoría superior (5 *)
- 6 días de visitas con guía de habla española y autocar de lujo.
- Entradas pagadas incluidas: Cesárea, paseo en barca, Tabor, Qumran, Baño en Mar Muerto, Museo Torre de David en Jerusalén, Masada (subida y bajada con cable carril), Herodiom.
- Mapa, gorro y mini guía.
- Maleteros en hoteles.
- Obsequio de viaje.
- Tasas de Aeropuerto (210 € ya incluidos en precio).
- Seguro de viaje: Médico y Equipajes.
- Seguro de opcional de cancelación.
- Reunión informativa para presentación del viaje.
- Guía comercial Domus Pucelae de Israel.
- Rotación de asientos cada 2 días en el autocar.
- Propinas.
- Entradas cuatro parques y teleférico Massada.
- Paseo Barco Mar de Galilea y Taxi subida y bajada Monte Tabor.
- Los parques nacionales incluidos son: Cesárea Marítima, Qumran, Massada y Herodion.
NO INCLUYE:
Extras en hoteles y restaurantes.
Gastos de carácter personal.
HOTELES PREVISTOS:
Tel Aviv, del 03 al 04 diciembre Grand Beach
Tiberiades, del 04 al 06 diciembre Emily´S Boutique
Jerusalén, del 06 al 10 diciembre St. George Landmark
INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 de 18 a 20,30 h. del 26 de octubre al 9 de noviembre 2012, debiendo hacer entrega a la reserva de 400 € y el resto antes del 26 de noviembre del 2012 en Viajes Halcón C/. San Lorenzo 4, Valladolid.
NOTA IMPORTANTE: Al efectuar la reserva deben dejar copia del pasaporte que tiene que ser válido como mínimo hasta junio de 2013.
La Basílica de San Juan de Letrán ostenta el rango de ser la catedral de Roma, pues en ella se encuentra la sede episcopal del obispo de Roma, que es el Papa. En realidad está dedicada a Cristo Salvador, que comparte advocación con San Juan Bautista y San Juan Evangelista, siendo más conocida por el nombre de los santos y por ser la basílica más importante de las cuatro mayores existentes en Roma, por encima de San Pedro del Vaticano, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor.
Fue consagrada por el papa Silvestre en el año 324, después de que fueran donados unos terrenos que habían pertenecido a la familia romana de los Lateranos y que después pasaron al emperador Constantino, autor de la donación como agradecimiento a la victoria en la batalla de Puente Milvio.
Por ser la basílica más antigua y la sede de la archidiócesis de Roma, a lo largo del tiempo ha conocido la construcción de múltiples dependencias anexas que llegan a conformar un gran complejo arquitectónico. Entre ellas figura el baptisterio octogonal como edificio independiente, antigua construcción adaptada al rito por inmersión. Junto a él la Capilla del Baptisterio, edificio más moderno. También cuenta la basílica con un amplio claustro con rica decoración cosmatesca y con el Palacio de Letrán añadido a la derecha de su fachada, en su momento sede pontificia hasta el traslado a Avignon, a cuyo regreso se estableció en la colina del Vaticano, donde se encuentra en la actualidad. Muy próxima esta la Escalera Santa, según la tradición con escalones llevados desde Jerusalén y pertenecientes al palacio de Pilatos donde fue condenado Cristo.
La basílica actual responde a la transformación realizada por Fancesco Borromini en el siglo XVII, con la fachada retocada en el siglo XVIII por Alessandro Galilei. En su interior destaca la suntuosidad de altares, capillas y enterramientos, siendo el ábside la parte más antigua, con la cátedra episcopal del obispo de Roma, precedida de un baldaquino que cobija un relicario que contiene los cráneos de San Pedro y San Pablo.
Sin salir de casa puedes visitar tranquilamente las principales dependencias de esta espectacular basílica romana, para ello sólo tienes que pulsar sobre los títulos siguientes y mover el ratón en todas las direcciones:
Conocido el esbozo biográfico y el perfil de su obra, publicado en 1956 por Juan José Martín González [1], el posterior aumento del catálogo de obras atribuidas en los trabajos de Jesús Urrea y Enrique Valdivieso [2], y su valoración como gran maestro por parte del historiador Alfonso Pérez Sánchez, el pintor vallisoletano Gregorio Martínez de Espinosa aún no ocupa el lugar que merece en el panorama de la pintura renacentista española, a pesar de que su obra le sitúa como uno de los pintores más destacados, no sólo de la escuela castellana, sino de toda la pintura hispana de la segunda mitad del siglo XVI.
Este excelente pintor, todavía no valorado suficientemente, realizaba su obra en Valladolid cuando los talleres escultóricos irradiaban sus influencias a buena parte de España después de la impronta creativa dejada años antes por Alonso Berruguete y cuando Juan de Juni aún permanecía en activo en su obrador próximo al actual Campo Grande. A la sombra de estos grandes maestros de la escultura renacentista quedó relegada la personalidad de Gregorio Martínez, un pintor del que no tenemos constancia de que viajase a Italia y que sin embargo realizó una obra que asume los mejores modos italianizantes de los grandes maestros manieristas de aquellas tierras.
Gregorio Martínez nació en Valladolid en 1547 y era hijo del pintor Francisco Martínez el Viejo y de Francisca de Espinosa, un matrimonio que dio lugar a una saga de pintores vallisoletanos, pues tanto él como sus hermanos Matías de Espinosa, el primogénito, y Francisco Martínez el Joven, también se dedicaron a la pintura siguiendo el ejemplo paterno en un momento de gran demanda de obras artísticas en la ciudad.
Un hecho circunstancial sería determinante para marcar el rumbo de la pintura de Gregorio Martínez, como fue el establecimiento en Valladolid del pintor florentino, retratista y comerciante de arte Benedetto Rabuyate, amigo personal de Juan de Juni, que permaneció en la ciudad hasta su muerte en 1591. Su presencia influyó decisivamente en los modos de pintar en Valladolid durante la segunda mitad del siglo XVI, pues hay constancia, según lo acredita su testamento, de que en su estudio almacenaba copias de maestros italianos de la talla de Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Salviati, Andrea del Sarto, Sebastiano del Piombo, Correggio y Parmiggianino, así como una abundante colección de estampas y grabados que convirtieron su taller en una auténtica academia pictórica y en un centro de difusión de la pintura italiana del momento.
Afirma Manuel Arias Martínez [3] que en el taller de Rabuyate inició su formación pictórica Gregorio Martínez, cuyo estilo se fue depurando al contacto con las copias y las estampas, impregnándose de un elegante clasicismo basado en el dominio escrupuloso del dibujo, en la captación de las rotundas anatomías de Miguel Ángel, la dulzura de los rostros de Rafael y el uso artificioso del colorido y la luz de los manieristas, unos recursos técnicos que fueron configurando su estilo personal hasta hacerle perfectamente identificable.
Gregorio Martínez sería testigo de excepción del incendio que asoló la ciudad en 1561, así como colaborador con su hermano Matías de Espinosa, en 1565, en el engalanamiento y decoración de la Puerta del Campo con motivo de la llegada a Valladolid de la reina Isabel de Valois, cuya traza arquitectónica fue obra de Juan de Juni y el repertorio iconográfico sugerido por el poeta Dámaso de Frías, incluyendo imágenes de reyes, dioses mitológicos y alegorías, entre ellas una personificación del Pisuerga. Para tal ocasión, momento en que contaba 18 años, también decoró en solitario el Arco de la Costanilla.
La tendencia italianizante de Gregorio Martínez quedaría reforzada por el conocimiento de la obra realizada por pintores que trabajaban en el ambiente escurialense, donde en 1589 llegó a actuar como tasador de las pinturas de Pellegrino Tibaldi y Federico Zuccaro.
De igual manera, sabemos que Gregorio Martínez fue formado como pintor de caballete, incluyendo pintura sobre cobre, y como maestro dorador o especialista en policromía de escultura en madera, algo muy habitual en su época, llegando a realizar la policromía del retablo mayor de la catedral de Burgos en colaboración con Diego de Urbina, pintor del ámbito escurialense.
El pintor contrajo matrimonio con Baltasara Ordóñez [4], con quien tuvo cuatro hijos: Francisco y Marcelo, que continuaron la saga familiar de pintores, y Luis y Ana María. Su taller permaneció en continua actividad hasta la muerte del maestro en Valladolid en 1596, a pesar de lo cual el catálogo de su obra no es demasiado extenso, lo que induce a pensar que, dada su versatilidad, todavía quedan muchas pinturas pendientes de una correcta atribución.
SU OBRA
Gran parte de la obra conocida de Gregorio Martínez es de tipo religioso, acorde con la gran demanda en su tiempo de pinturas para retablos, tanto de conventos como de nobles preocupados por engrandecer sus capillas funerarias, aunque también abordaría temas profanos de pintura mitológica destinada a decorar los salones de algunos palacios.
Las primeras aparecen imbuidas de una gran emotividad piadosa, con la presencia destacada de la Virgen en escenas que responden a postulados contrarreformistas, siempre con referencias a la Concepción en personalísimas interpretaciones del tema de la Anunciación, donde en el entorno incluye elaborados trabajos de bodegón en floreros, cestillos, libros y reclinatorios, con figuras envueltas en ampulosos ropajes que forman numerosos pliegues de bordes angulosos y definidos por fuertes contrastes lumínicos, rostros y ademanes dotados de un elegante clasicismo, sin demasiadas concesiones al patetismo, unas pinceladas muy trabajadas a base de veladuras y con un uso magistral del color para impregnar los espacios intimistas de una luz fría y plateada que baña las figuras con destellos de carácter sobrenatural, procedentes de las glorias abiertas, creando con ello unas representaciones de afanes naturalistas que preludian la inminente pintura barroca.
El estudiado empleo de la luz también define sus pinturas mitológicas, que comparten con las escenas religiosas la monumentalidad de las figuras, dando paso los arcángeles de aspecto andrógino a vigorosos estudios anatómicos basados en un dominio magistral del dibujo, con un colorido intenso de reminiscencias venecianas que tal vez pudo captar tras conocer algunas obras en El Escorial en su momento de plenitud. Se podría afirmar que Gregorio Martínez, con su gran talento para la pintura, supo absorber como una esponja los tipos y las técnicas de la pintura italiana del Renacimiento tardío para reconvertirlos a su modo en originales creaciones de corte manierista y de una calidad muy poco frecuente en la pintura española de su tiempo, con una obra tan personal que ofrece rasgos identificativos equiparables a la producción del extremeño Luis de Morales y del valenciano Juan de Juanes, en un momento esencialmente definido por la obra de El Greco.
Actualmente las mejores muestras del arte de Gregorio Martínez se guardan en dos importantes museos: el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y el Museo del Prado de Madrid. Algunas de ellas aparecen firmadas con el anagrama de su apellido. A continuación hacemos una selección de una serie de obras que ayudan a comprender la importante aportación del pintor vallisoletano.
Anunciación, hacia 1565
Catedral de Burgos
La escena está planteada desde un punto de vista alto y dispuesta en dos espacios, uno inferior que recrea una alcoba con un ventanal abierto a un jardín y otro superior con una gloria abierta donde aparecen Dios Padre y el Espíritu Santo. Las figuras de la Virgen y el Arcángel son monumentales, acordes con el movimiento romanista, y ambas están planteadas en escorzo, siguiendo modelos italianos. Toda la obra está elaborada sobre la base de un dibujo de gran corrección y está matizada por las luces y sombras resueltas con una paleta de colores fríos, algo habitual en el pintor, apareciendo todos los elementos bañados de una luz plateada un tanto artificiosa.
A pesar de que la obra se ajusta a una iconografía tradicional, en ella se aprecia uno de los rasgos comunes en la obra de Gregorio Martínez, como es la inclusión de motivos narrativos trabajados como al modo de bodegón, como lo demuestra el libro con las páginas miniadas y sobre todo el cestillo de mimbre que contiene un pequeño ajuar y que está depositado en el suelo, trabajado con gran precisión y realismo.
Virgen con el Niño, hacia 1567
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Esta pintura, que conserva el marco original y tiene un tamaño próximo al natural, posiblemente represente una determinada advocación mariana que hoy desconocemos, es decir, que fuera objeto de culto en algún altar de la ciudad. Está realizada al óleo sobre tabla y ofrece rasgos similares a la madonnas italianas, en este caso de cuerpo entero.
La pintura condensa los modos de trabajo de Gregorio Martínez, como el trazado de un definido y armonioso dibujo inspirado en modelos italianos, el delicado tratamiento de luces y sombras que modelan las figuras en el espacio a través de un pronunciado claroscuro, el uso de una gama cromática de tonos fríos y suaves muy acordes con la pintura manierista del momento y la aplicación con pericia del color con decididas pinceladas y veladuras en capas muy diluidas. Con gran habilidad Gregorio Martínez inserta una figura de gran monumentalidad en un espacio con carácter de hornacina, consiguiendo los efectos de volumetría y profundidad mediante los sombreados y la disposición de la tarima inferior, apreciándose en las figuras evidentes rasgos de inspiración rafaelesca, especialmente en el busto de la Virgen, junto a otros relacionados con Andrea del Sarto.
Anunciación, hacia 1576
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
La escena aparece compuesta por dos figuras monumentales que establecen una diagonal definida por las cabezas y los brazos, dejando a uno y otro lado espacio para colocar la figura del Espíritu Santo y un búcaro con flores como símbolo de pureza, prescindiendo del tradicional marco arquitectónico para ubicar el pasaje evangélico, lo que le confiere un carácter intemporal y sobrenatural.
El arcángel Gabriel gravita recortando su figura sobre un resplandor de tonos dorados, con las alas desplegadas y el manto agitado por una brisa artificiosa. A pesar de su potente anatomía, su canon es sumamente alargado, con un semblante andrógino mientras con una mano señala el origen de su mensaje y con otra sujeta una rama de olivo, una gesticulación estudiadamente comedida y elegante que llena el espacio con su monumentalidad.
La Virgen, de canon igualmente alargado, aparece sedente y expresando turbación y sumisión ante la aparición, con las piernas a distintas alturas siguiendo una disposición miguelangelesca. Una fuerte luz cenital baña bruscamente las figuras, siguiendo los modelos manieristas florentinos, quedando envueltas de un resplandor plateado que contrasta con el artificioso dorado del fondo.
Imposición de la casulla a San Ildefonso, último cuarto XVI
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Se trata de un óleo sobre tabla de pequeñas dimensiones (0,58 x 0,88 m.) y con forma ovalada cuya procedencia se desconoce, aunque es muy posible que formara parte del banco de algún retablo. No aparece firmado, lo que ha dado lugar a través del tiempo a diversas atribuciones, aunque hoy se acepta como obra de Gregorio Martínez.
La escena representa un milagro ocurrido en Toledo y muy repetido en la iconografía hispánica renacentista, tanto en pintura como en escultura. San Ildefonso, arzobispo de Toledo en el siglo VII, fue recompensado por sus predicaciones y escritos de veneración mariana con la aparición de la Virgen en carne mortal al santo en el presbiterio de la primitiva catedral toledana. En el prodigio, en el que estuvieron presentes un grupo sobrenatural de santas y de ángeles, y del que fueron testigos un grupo de acólitos, la Virgen procedió a imponerle la casulla y a declararle su capellán. El milagro tuvo una gran resonancia y cuando se construyó la nueva catedral gótica se preservó el lugar como capilla de la Descensión.
Este es el momento que representa la pintura, con una composición basada en la simetría, una serie de figuras trabajadas en escorzo, un espacio bañado por una luz sobrenatural que produce fuertes contrastes de luces y sombras y un cuidado trabajo de drapeados basados en un dibujo preciso y veladuras de color.
Piedad con San Agustín y San Nicolás de Tolentino, 1590
Davis Museum, Wellesley (USA)
Esta pintura de pequeño formato, firmada por Gregorio Martínez, fue adquirida en el mercado de antigüedades neoyorquino en 1999 por The Davis Museum de Wellesley (Estados Unidos), donde actualmente se conserva. Su atípica iconografía, que aúna el tema de la Piedad con el de una sacra conversazione, por la incorporación de San Agustín y San Nicolás de Tolentino besando las llagas de Cristo, imbuida de emoción piadosa, ofrece como especial interés el tratamiento anatómico del cuerpo de Cristo, trabajado del mismo modo que el Prometeo, aunque con tonos más pálidos para insinuar la muerte y dispuesto en un escorzo inspirado en la célebre Piedad de Miguel Ángel. En la escena el pintor repite la caracterización de la Virgen, un pequeño espacio abierto a un paisaje, en este caso con un crepúsculo de tonos malvas, y las figuras bañadas por un artificiosa luz cenital que realza un colorido de aire veneciano.
El pequeño formato de la tabla y la presencia de los santos hace pensar que formara parte de la predela de un retablo de un convento agustino, posiblemente San Agustín de Valladolid, donde el pintor también trabajó para la capilla de Fabio Nelli.
Prometeo encadenado, 1590-1596
Museo del Prado, Madrid
Esta pintura al óleo sobre lienzo y firmada fue adquirida por el Museo del Prado a la Galería Coll & Cortés Fine Arts el año 2011. Se trata, por tanto, de una adquisición muy reciente que llena una laguna de la pinacoteca respecto a uno de los mejores pintores del Renacimiento español.
Su importancia no sólo radica en ilustrar sobre el tipo de pintura profana realizada por Gregorio Martínez, ya que el resto de su obra conocida aborda temas religiosos, sino que adquiere un carácter excepcional en la pintura española de su tiempo, cuando era poco frecuente que los pintores españoles abordaran temas mitológicos y desnudos. Se apunta que fuera un posible encargo del banquero vallisoletano Fabio Nelli, que de este modo emularía el coleccionismo de pintura mitológica reunido por los monarcas en sus gabinetes.
La escena tiene como protagonista al titán Prometeo, que tras robar el fuego a los dioses y entregárselo a los hombres para su beneficio, fue condenado por Zeus a ser encadenado para que un águila le devorara las entrañas por toda la eternidad. El desnudo de Prometeo ocupa buena parte de la composición y destaca iluminado sobre un paisaje neutro, mientras un águila de gran tamaño desgarra su vientre y al fondo aparecen unas ruinas romanas asoladas por el fuego, posiblemente el Palatino romano, configurando en conjunto una escena desasosegante en la que queda patente el castigo por el uso del fuego por los hombres para destruirse entre ellos.
La escena se inspira en un dibujo realizado por Miguel Ángel, a su vez inspirado por el patético grupo del Laocoonte, la célebre escultura helenística descubierta en Roma en 1506, en el que aparece Ticio devorado por un buitre (Colecciones Reales de Isabel II de Inglaterra). El dibujo fue regalado por el genio florentino a Tommaso Cavalieri y después reproducido en grabados, uno de los cuales debió conocer Gregorio Martínez en el taller vallisoletano de Rabuyate. Asimismo, esta obra ilustra sobre el tipo de representaciones con las que colaboró el pintor en los festejos ya mencionados y realizados en Valladolid, donde constan las pinturas de Júpiter sobre un águila y las Tres Gracias. La corrección anatómica del desnudo de esta pintura, colocado en primer plano y matizado por un magistral juego de luces, se complementa con un exquisito trabajo de reminiscencias flamencas en los pliegues del paño de seda azul sobre el que reposa el titán.
Anunciación, 1596-1597
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Esta pintura pintada al óleo sobre tabla y firmada, que está considerada como la obra maestra de Gregorio Martínez, presidía el retablo de una capilla funeraria de la iglesia del convento de San Agustín de Valladolid, un espacio adquirido en 1591 por el banquero Fabio Nelli, para el que, según publicó Martí y Monsó, el 14 de mayo de 1596 el banquero firmó el contrato con el pintor para realizar las escenas del retablo y toda la decoración de la capilla a base de pinturas distribuidas por los muros, poniendo de manifiesto dicho documento que el adinerado patrono eligió al mejor pintor del panorama vallisoletano del momento.
Allí permaneció hasta la Desamortización de Mendizábal, como escena central de un sencillo retablo de traza clasicista en cuyo banco estaban representadas cuatro escenas de la infancia de Cristo y el tema de la Trinidad en el ático. El conjunto de San Agustín, integrado por el retablo y notables pinturas al temple, hoy perdidas, sería ensalzado por diversos viajeros, como Antonio Ponz o Isidoro Bosarte, que aludieron a la calidad de los desnudos de Adán y Eva en una de las pinturas parietales. Hoy sólo se conserva la escena de la Anunciación, una de las obras pictóricas más destacadas de la colección de pintura del Museo Nacional de Escultura.
La escena, especialmente la figura de la Virgen, está inspirada en una estampa del veneciano Giovanni Battista Franco (1498-1561) y resuelta en clave clasicista. Presenta el espacio dividido en dos zonas, una inferior de referencia terrenal y otra superior reservada a una representación celeste que complementa el contenido narrativo y catequético.
Abajo aparece María interrumpiendo su lectura sobre un reclinatorio que finge un relieve tallado con el tema alegórico de la Caridad. Está colocado sobre un estrado, elemento habitual en la época en las dependencias domésticas destinadas a las mujeres. A su lado, con las alas desplegadas y apoyado en un sólo pie, insinuando su descenso por los aires, se halla el arcángel San Gabriel, que realiza un saludo al tiempo que porta en su mano izquierda un ramo de azucenas, símbolo de pureza. En esta figura Gregorio Martínez se aparta de la estampa de referencia para hacer una personalísima creación y componer una acertada puesta en escena. Ambas figuras lucen unas indumentarias que permiten matizar distintas texturas, con abundantes y voluminosos plegados matizados por el magistral uso de la luz, así como una comedida gesticulación que se traduce en elegancia, destacando la finura de la figura de la Virgen, heredera de los diseños rafaelescos, y la vigorosa anatomía del ángel, de reminiscencias miguelangelescas.
En la parte superior, en una gloria abierta con un celaje de tonos dorados, a la que se antepone la figura del Espíritu Santo, aparece Dios Padre caracterizado como un anciano, con un manto ingrávido y rodeado de ángeles y querubines, ofreciendo también las vigorosas anatomías resabios miguelangelescos, que junto a un brillante colorido de tipo manierista, viene a expresar la asimilación del lenguaje de la pintura italiana más genuina.
Visita de Nicodemo a Jesús, último cuarto XVI
Iglesia de Santa María del Castillo, Olmedo (Valladolid)
Esta pintura procede de una capilla dedicada a Santiago en el desaparecido monasterio jerónimo de La Mejorada, próximo a Olmedo, desde donde se trasladó a la iglesia de Santa María tras el proceso desamortizador. Por el testamento de Francisco Martínez, hijo de Gregorio, sabemos que el pintor realizó diversos cuadros para dicho monasterio, de los cuales se ha perdido la pista.
Al óleo sobre lienzo, representa un episodio evangélico citado por San Juan y muy poco tratado por la iconografía europea. En la escena, concebida como nocturna e iluminada con la luz de una candela, aparece Cristo sentado junto a una mesa y recibiendo la visita de Nicodemo, un magistrado judío de la secta de los fariseos que solicitaba aclaraciones sobre el mensaje predicado después de la expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén. En sus explicaciones Cristo identificó el mal con la oscuridad, afirmando que quien obra con verdad se acerca a la luz que representa Dios.
En relación con este contenido metafórico, las figuras se disponen a los lados de un eje central marcado por un candelabro que reposa sobre la mesa e ilumina artificialmente la pequeña estancia, lo que se convierte en un ejercicio de pintura tenebrista de contenido simbólico, posiblemente a partir de un grabado con el mismo tema realizado en Amberes por el grabador flamenco Jan Wierix. Al fondo el pintor incluye unos querubines sujetando una cortina blanca, un motivo repetido por el pintor en otras composiciones.
Informe: J. M. Travieso.
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NOTAS
[1] MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. El pintor Gregorio Martínez. B.S.A.A., 1956, pp. 81-91.
[2] URREA, Jesús y VALDIVIESO, Enrique. Aportaciones a la historia de la pintura vallisoletana. B.S.A.A., 1971, pp. 353-374.
[3] ARIAS MARTÍNEZ, Manuel. Anunciación de María. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: Colección/Collection. Madrid: 2009. pp. 170-171.
[4] GUTIÉRREZ PASTOR, Ismael. Un documento sobre el pintor Gregorio Martínez y su familia. B.S.A.A., 1981, p. 453.