SAN ISIDRO LABRADOR
Gregorio Fernández (Sarria, Lugo,
1576-Valladolid, 1636)
Hacia 1629
Madera policromada
Iglesia de Santa María de la
Asunción, Dueñas (Palencia)
Escultura barroca. Escuela
castellana
|
ANÓNIMO. Santos canonizados el 12 de marzo de 1622 Iglesia de San Alberto, PP. Filipenses, Sevilla |
El 12 de marzo de 1622 tenía lugar en Roma una canonización múltiple oficiada
por el papa Gregorio XV. En la misma, junto al italiano San Felipe Neri, eran
proclamados santos cuatro españoles: San Francisco Javier, San Ignacio de
Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Isidro Labrador. Este último, que había
sido beatificado por Paulo V en 1618, también fue proclamado aquel año de 1622
como Patrón de la Villa y Corte de Madrid, culminando con estas distinciones una
vieja aspiración de Felipe II, que, como otros miembros de la Familia Real
española, había recurrido en diversas ocasiones a tomar las aguas del santo
madrileño buscando la curación de sus enfermedades. Fue el poeta y dramaturgo
Lope de Vega quien dejó testimonio de la “Relación de las Fiestas” que
se celebraron en Madrid con motivo de la canonización de San Isidro en 1622.
Hay que reseñar que la historia de San Isidro se aparta de lo común en
el santoral de España, pues en aquel tiempo la mayoría de los santos
presentaban un perfil de eclesiásticos y procedentes de familias nobles, siendo
atípico que alcanzara la santidad un hombre laico, casado y de origen popular, cuyos
milagros habían sido obrados, en el siglo XI, en el ámbito agrícola. Esto ha
llamado la atención de algunos historiadores, que encuentran en el mito del
labrador elementos más propios de la religión musulmana que del cristianismo.
No obstante, si en los tres primeros santos canonizados en aquella ocasión se
reconocía lo que las órdenes religiosas y el clero regular habían aportado en
la lucha contra el protestantismo, la figura de San Isidro venía a representar
la participación de los laicos en la Reforma Católica, cimentada en la
tradición de la Iglesia medieval. Con su canonización, San Isidro quedó
convertido en el santo protector del campo, lo que explica la rápida difusión
de su devoción.
Aproximación
al personaje
|
LOPE DE VEGA. Relación de las Fiestas con motivo de la canonización de San Isidro. Biblioteca digital Memoria de Madrid |
San Isidro Labrador nació hacia el año 1082 en la ciudad musulmana de Mayrit
(Madrid), que en 1085 pasó de ser parte de la taifa de Toledo a ser dominio de
Alfonso VI, rey de León, Galicia y Castilla, que repobló los territorios
conquistados con colonos labradores, ganaderos y artesanos de origen hispano-visigodo
y bereber, población denominada mozárabe. Fueron sus padres Pedro e Inés, que
probablemente eligieron el nombre de su hijo en honor de San Isidoro (560-636),
el carismático arzobispo de Sevilla en época visigoda. Tras la conquista
cristiana, el matrimonio comenzó a trabajar, en calidad de arrendamiento, unas
tierras que el caballero Juan de Vargas disponía en el área de Madrid y
alrededores.
Allí comenzó San Isidro sus labores agrícolas como zahorí, labriego y
pocero mozárabe, al servicio del linaje de los Vargas y de otros
terratenientes. Sobre la vida del santo el documento más antiguo conocido es el
llamado “Códice de Juan Diácono”, un escrito anónimo, datado hacia 1275,
que está compuesto de 25 hojas de pergamino, agrupadas en tres cuadernos y escritas
en latín, que narran una serie de milagros recopilados “a mayor gloria de San
Isidro”, aunque al recoger relatos orales de testigos contemporáneos al
cronista, los hechos no ofrecen demasiada precisión.
La infancia de San Isidro en Madrid transcurrió en los arrabales de San
Andrés (actual Barrio de La Latina), aunque, ante el riesgo de los recurrentes
ataques musulmanes, la familia se trasladó a Torrelaguna, donde Isidro ejerció
como labrador incansable y donde conoció a su mujer, María Toribia, que
igualmente alcanzaría la santidad como Santa María de la Cabeza. Según figura
en el códice, San Isidro ejerció como un humilde siervo, laico, labrador infatigable,
casado y padre preocupado por su familia, en campos propiedad de Juan de Vargas.
A él se atribuyen hasta 400 milagros, entre los que se encuentran el hacer
brotar un manantial en un campo seco con el simple golpe de su cayado, el haber
salvado a su único hijo Illán cuando había caído a un profundo pozo, el arado de las tierras por ángeles mientras él oraba o el permitir
pasar a su esposa María a pie sobre el río Jarama para librarse del infundio de
infidelidad que lanzaban las gentes contra ella, incluso otros obrados por sus reliquias, como la curación del rey Felipe III, hecho que propició su beatificación .
|
Retablo de San Isidro Labrador Iglesia de Santa María de la Asunción Dueñas (Palencia) |
Como se ha demostrado en un reciente estudio forense realizado en 2022,
San Isidro murió hacia el año 1130, cuando tenía entre 35 y 45 años, desmintiendo
la creencia tradicional de que había fallecido a los 90 años. Su cuerpo fue
enterrado en el cementerio de la iglesia de San Andrés, en el arrabal en que
había nacido. Tiempo después, siéndole atribuido el milagro póstumo de ayudar a
las tropas castellanas en la batalla de las Navas de Tolosa contra los
almohades en 1212, el rey Alfonso VIII levantó una capilla en aquella iglesia
madrileña para colocar el cuerpo incorrupto del santo. Allí permanecieron sus
restos y los de su esposa hasta que en el siglo XVIII, debido a la enorme
devoción, fueron trasladados a la antigua Catedral de Madrid, actualmente
convertida en Colegiata de San Isidro, donde la
Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid
se encarga de custodiar los restos de San Isidro.
El arquetipo
de San Isidro creado por Gregorio Fernández
Sabido es que una de las principales aportaciones de Gregorio Fernández
al arte escultórico de su tiempo fue la creación de una buena serie de
arquetipos que establecieron un modo invariable de representar ciertos pasajes
pasionales, como la Piedad, Cristo crucificado y Cristo yacente, así
como los sayones de algunos pasos procesionales, junto a algunas
representaciones marianas, como la Inmaculada Concepción, a los que se
suman figuras de santos recién canonizados de los que no existía una
iconografía precedente, como Santa Teresa, San Ignacio de Loyola
o San Francisco Javier, asentando modelos que tuvieron tanta aceptación
y gozaron de tal estima, que no sólo fueron repetidos por el propio artista,
sino también por una buena pléyade de discípulos y seguidores a los que los
comitentes exigían que las imágenes encargadas se ajustaran con la mayor
fidelidad posible a los modelos fernandinos.
Este hecho es aplicable a la figura de San Isidro Labrador, en
cuya iconografía fue determinante la imagen que Gregorio Fernández creara en su
taller de Valladolid (ciudad en que se firma el recibo) hacia 1629, a petición
de la cofradía de la Misericordia de Dueñas, que la colocó al culto en la iglesia
parroquial de Santa María de la Asunción de aquella población palentina. Aquel
arquetipo escultórico del santo madrileño, vinculado a la protección de los campos y las
cosechas, se extendería por toda Castilla y otros territorios españoles.
Gregorio Fernández representa a San Isidro con una indumentaria
anacrónica, propia de un labrador acomodado del siglo XVII, del mismo modo que
lo hace en los sayones de los pasos procesionales y en las representaciones de
otros personajes y santos, como en el arquero del relieve del Milagro de San
Miguel en el monte Gárgano del retablo mayor de la iglesia de San Miguel de
Vitoria (1624-1632) o en la escultura exenta de San Marcelo del retablo
mayor de la iglesia de San Marcelo de León (1628), donde el que fuera centurión
romano aparece revestido con una armadura militar que evoca los tercios de
Flandes, incluyendo el casco. San Isidro luce un jubón con hombreras, ceñido a
la cintura, con una larga botonadura que recorre en vertical toda la delantera
y que se repite en las bocamangas. En el cuello abierto y encañonado asoma una
gorguera y le cubren las piernas, hasta las rodillas, unos calzones o polainas igualmente
abotonadas, completándose con calzas y zapatos propios de un labriego.
Además, San Isidro comparte con el San Marcelo de León
—tallado un año antes— la posición de las piernas abiertas y en actitud de
marcha, en este caso con el brazo derecho levantado para sujetar una vara que
en el extremo inferior termina en forma de arado, aludiendo a su misión
protectora en el campo, y en la parte superior la sugerencia de una vara
florida, pues era costumbre adosar un manojo de espigas reales como símbolo de
fertilidad en los campos.
Como es habitual en Gregorio Fernández, destaca el trabajo de la cabeza,
centro emocional de la escultura. Presenta un cabello peinado sobre la frente y
con largos mechones exentos a los lados, sobre las patillas, que dejan vivibles
las orejas, así como una larga barba ondulada y simétrica que termina en
diversas puntas, ajustándose a la modalidad desplegada por el escultor en el
decenio de 1620. El rostro presenta ojos de cristal postizos, muy abiertos y
con la mirada perdida en el infinito, y la boca entreabierta dejando entrever
la lengua y los dientes, definiendo un semblante ensimismado próximo al éxtasis
místico.
Contribuye a resaltar sus rasgos naturalistas la policromía que aplicara
en 1629 el pintor Jerónimo de Calabria, acreditado en Valladolid, que cobró por
el dorado y pintado 896 reales. Destaca la encarnación mate que sugiere un
hombre de origen africano y curtido por el sol, junto a la indumentaria de
tonos marrones, alusivos a la tierra de labor, en la que incisiones sencillas
dejan aflorar el oro subyacente en forma de tallos vegetales que proporcionan
luminosidad a su austeridad, destacando el dorado de las botonaduras y el
cinturón, al igual que las orlas que recorren los bordes del jubón y las
polainas.
Jerónimo de Calabria ya había colaborado con Gregorio Fernández en la
policromía del altorrelieve del Bautismo de Cristo, obra maestra realizada en
1624 a petición de Antonio de Camporredondo y Río, caballero de Santiago,
miembro del Consejo de Su Majestad y alcalde del Crimen en la Real Chancillería
de Granada, destinado a presidir un retablo del ensamblador Juan de Maseras que
fue colocado en la capilla de San Juan Bautista de la iglesia del Carmen
Descalzo de Valladolid, hoy conocida como del Carmen Extramuros.
Entre las muchas imitaciones del arquetipo fernandino que conoció esta
escultura del santo labrador —no siempre con la misma gracia y expresividad—,
destaca el San Isidro realizado en 1698 por el maestro Juan de Ávila
para presidir el retablo de la ermita de San Isidro de Valladolid, levantada en
el extrarradio de la ciudad en 1692, donde comparte culto con su esposa Santa
María de la Cabeza.
Del mismo modo, el modelo fernandino sirvió de
inspiración al asturiano Juan Alonso Villabrille, que con la colaboración de su
discípulo Luis Salvador Carmona realizó en 1732 las esculturas en piedra dedicadas
a San Isidro que decoran el Puente de Toledo de Madrid, con la figura
del santo obrando el milagro de salvar a su hijo tras caer en un pozo. El mismo
Luis Salvador Carmona depuraría hacia 1752 el ya tradicional modelo castellano
en la magnífica escultura de San Isidro que se conserva en su ubicación
original de la iglesia de Santa María del Castillo de la población
vallisoletana de Nueva Villa de las Torres, cuya indumentaria y policromía
inevitablemente remiten al modelo fernandino de Dueñas.
Informe y
fotografías: J. M. Travieso.
|
GREGORIO FERNÁNDEZ. San Marcelo, 1628 Iglesia de San Marcelo, León |
|
JUAN DE ÁVILA. Retablo de San Isidro y Santa María de la Cabeza, 1698 Ermita de San Isidro, Valladolid |
|
JUAN ALONSO VILLABRILLE y LUIS SALVADOR CARMONA San Isidro y el milagro del pozo, 1732 Puente de Toledo, Madrid |
ALGUNAS MUESTRAS DE SAN ISIDRO LABRADOR EN EL ARTE
|
LUIS SALVADOR CARMONA. San Isidro, h. 1752 Iglesia de Santa María del Castillo Nueva Villa de las Torres (Valladolid) |
|
NICOLÁS DE BUSSY. San Isidro, 1751 Iglesia de San Juan Bautista, Murcia |
|
SALZILLO. San Isidro, 1763 Museo de Bellas Artes, Murcia |
|
ANÓNIMO. San Isidro glorificado, s. XVIII Museo Nacional del Prado |
|
JUAN VAN DER HAMEN. San Isidro, 1622 National Gallery of Ireland, Dublin |
|
ALONSO CANO. San Isidro y el milagro del pozo, 1638-1640. Museo Nacional del Prado |
|
ANÓNIMO. San Isidro y el milagro del pozo, s. XVII Museo de Historia, Madrid (Dep. Museo del Prado) |
* * * * *