SEPULCRO DEL OBISPO RAIMUNDO
GUILLERMO, SAN RAMÓN
Anónimo
Hacia 1170
Piedra policromada
Catedral de San Vicente, Roda de
Isábena (Huesca)
Escultura románica en Aragón
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Recreación de la primitiva disposición del sepulcro de San Ramón en la cripta de la catedral de Roda de Isábena |
En la pequeña población de Roda de Isábena, en la provincia de Huesca,
se levanta una iglesia que tiene sus orígenes en otra anterior consagrada en el
año 819 y convertida en sede episcopal en 956, independiente de la de Urgel. La
vida de aquella primitiva catedral no duró mucho tiempo, pues entre 1003 y 1006
las tropas de Abd el Malik, hijo de Almanzor, consiguieron destruirla por
completo. Reconquistada la población por los cristianos en 1010, se emprendió su
reconstrucción, siendo consagrada en el primer tercio del siglo XI. Aquella
construcción catedralicia en la capital del condado, unida a los inicios del
reino de Aragón desde el siglo X, es la que en buena parte ha llegado hasta
nuestros días. Esta funcionó como sede episcopal hasta 1149, año en que se
integró en Lérida, ciudad ganada a los musulmanes aquel mismo año.
La antigua catedral románica de Roda de Isábena tiene planta basilical, con tres
naves de gruesos muros, la central con mayor anchura, y tres ábsides semicirculares
en la cabecera precedidos de un tramo recto en el presbiterio. Estos al exterior
siguen el modelo lombardo, con paramentos en los que se abren pequeñas
ventanas, recorridos por lesenas que acentúan su verticalidad y rematados por
una serie de arquillos ciegos junto al alero del tejado.
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Cripta de la catedral de Roda de Isábena |
La pureza del edificio actualmente queda enmascarada al exterior por una
torre construida en el siglo XVIII sobre la original románica, al igual que un
pórtico con escalinata que conserva en su interior la monumental portada románica
de acceso construida en el siglo XIII, con forma abocinada, sin tímpano y compuesta
por seis arquivoltas con baquetones que se apean sobre tres columnas y tres
semicolumnas rematadas con capiteles historiados, en la parte izquierda con
escenas de la salvación del hombre y en la derecha con episodios del Nacimiento
de Cristo.
Muy original es la estructura del interior, en el que destaca una cripta
central que se abre a la nave del templo con tres naves escalonadas y con
bóvedas de arista, separadas por cinco pilastras con capiteles muy
rudimentarios, y una cabecera semicircular en la que se abren dos ventanas y
donde se venera el sarcófago románico de San Ramón, obispo de Roda de Isábena.
Tan peculiar construcción se debe a la dificultad de excavar la roca sobre la
que se asienta, lo que obligó a superponer el presbiterio, con el altar mayor,
por encima de la cripta, al que se accede mediante escaleras laterales. De modo
que la cripta y el presbiterio aparecen de forma atípica a dos alturas en la
cabecera de la iglesia.
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Acta de consagración de la cripta por San Ramón en 1125 Museo Diocesano de Barbastro-Monzón, Barbastro |
EL SARCÓFAGO ROMÁNICO
DE SAN RAMÓN
Raimundo Guillermo, venerado como San Ramón, nació en la población
francesa de Durban a mediados del siglo XI. Después de ocupar el cargo de prior
en la colegiata de Saint Sernin de Toulouse, fue elegido obispo de la diócesis
de Roda-Barbastro, ocupando la silla episcopal entre 1104 y 1126. Él fue quien
consagró la cripta de la catedral de Roda de Isábena en 1125, según consta en
el acta documental —escrito en letra carolina— que se conserva en el Museo
Diocesano de Barbastro-Monzón de Barbastro (Huesca), donde es citado como Raimundus
barbastrensis episcopus y donde se refiere la dedicación del altar a Santa
María, así como las reliquias depositadas de San Cornelio papa, San Esteban
papa y San Lorenzo. Por encargo de Gaufrido (1135-1143), obispo de
Roda-Basbastro, una década después de su muerte un canónigo de Roda de Isábena,
llamado Elías, escribió una detallada biografía de San Ramón1.
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El obispo San Ramón con dos diáconos en el costado izquierdo |
Para contener los restos del santo obispo, en 1170 un desconocido
escultor labró en piedra un sarcófago que responde a la devoción mariana, con
el frente y los laterales ocupados por figuras en relieve acordes con el día de
la celebración de su colocación —el 27 de diciembre de 1170—, dejando sin
esculpir la parte trasera por estar concebido para ser colocado junto al muro
absidial de la cripta y sustentado por cuatro soportes en los que se
representan a los Cuatro Evangelistas, cuyos rasgos estilísticos permiten
aventurar que fueron realizados por el mismo autor. Tras la restauración del
templo, estos elementos fueron reutilizados como soportes del altar de piedra
del presbiterio elevado, donde permanecen en nuestros días.
En el costado izquierdo del sarcófago aparece representado San
Ramón como obispo, posiblemente en el momento de consagrar la cripta. Barbado,
en posición frontal y en actitud de bendecir, viste una indumentaria litúrgica
que incluye la mitra y el báculo como rango episcopal y se acompaña a los lados
de dos jóvenes diáconos, uno sujetando las Sagradas Escrituras y otro una cruz,
que reverencialmente protege con un paño.
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Escenas de la Anunciación y la Visitación |
En el frente se despliegan sin interrupción cuatro escenas de la Virgen
relacionadas con el Nacimiento de Jesús. La secuencia se inicia en la parte izquierda
con la escena de la Anunciación, compuesta por las figuras en
altorrelieve de San Gabriel y la Virgen. El arcángel aparece como un joven ligeramente
escorzado que viste túnica y manto con profusos pliegues y que sujeta en su
mano izquierda un caduceo rematado en una flor de lis, mientras con el dedo
índice de la mano derecha señala hacia lo alto indicando el origen de su
mensaje. A su lado la Virgen, con la cabeza girada hacia el ángel, realiza con
las manos un gesto de saludo y sorpresa. Aparece caracterizada como una reina,
con una túnica ceñida a la cintura por un cíngulo que se anuda al centro y deja
asomar los zapatos, un manto que no llega a los pies, la cabeza cubierta por
una toca y una corona decorada con cabujones circulares.
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Escena del Nacimiento de Jesús |
Más a la derecha se representa la Visitación siguiendo el
relato evangélico de Lucas, con las imágenes de la Virgen y su prima Santa
Isabel fundidas en un abrazo. Las dos visten de igual manera, con túnicas bajo
las que asoman las puntas de los zapatos, mantos envolventes con pliegues
verticales y tocas que cubren las cabezas, tras las que se colocan sendos
nimbos circulares. Con expresividad y un incipiente naturalismo destaca la
posición de las manos, con unos brazos cruzados al frente y otros por las
espaldas dejando asomar las manos sobre los hombros como gesto cariñoso. Otro
detalle narrativo es el vientre abultado como indicio de gestación.
En la parte central aparece una original representación del Nacimiento
de Jesús, compuesta en bloques por la figura de la Virgen convaleciente
en una cama, una cuna colocada de forma arbitraria, en la que duerme el Niño
Jesús calentado por el aliento de la mula y el buey, la figura de San José a la
derecha y en la izquierda la estrella que sirvió de guía a los Reyes Magos. La
escena, de carácter intimista, adquiere ciertos valores etnográficos
relacionados con los momentos del parto. La Virgen se encuentra recostada en el
momento posparto, con la cabeza apoyada sobre su brazo derecho flexionado y
reposando sobre una cama cubierta con mantas que se deslizan formando caídas
verticales que se alternan con pliegues en forma de V, produciendo un fuerte
claroscuro. Su rostro está atento a la figura del Niño, que aparece enfajado,
siguiendo las costumbres de la época, en una cuna con aspecto de sarcófago que
sin guardar las leyes de perspectiva se abate desde el fondo. Más dinámica es
la figura del barbado San José, que sujetando un cayado en forma de tau muestra
en su rostro y con su brazo derecho levantado una expresión de júbilo. Nimbos
circulares rodean las cabezas de las tres figuras sagradas.
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Escena de la Adoración de los Reyes Magos |
Ocupando el extremo derecho se encuentra el episodio de la Epifanía o Adoración
de los Reyes Magos, cuyas figuras se acercan en fila, guiados por la
estrella, hacia la Virgen entronizada, que sujeta al Niño Jesús en su regazo
siguiendo la iconografía theotokos derivada del arte bizantino, en la
que la Virgen madre aparece simbólicamente como trono de Dios, muy común en la
escultura románica exenta. La mayor vivacidad de la escena se encuentra en el
gesto que realiza el Niño aceptando el regalo del rey Melchor, que lo entrega
al tiempo en que hace una reverencia flexionando sus rodillas ante la mirada
complaciente de la Virgen. Continúan el cortejo Gaspar y Baltasar, representados
de la misma forma, con indumentaria real, sujetando su presente y realizando un
gesto de saludo, tan sólo diferenciados por el rostro barbilampiño del rey más
joven. En la composición todas las figuras aparecen en escorzo, con una gran
profusión de pequeños detalles en los objetos y adornos, como las coronas, las
pecheras o el diseño del trono.
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Escena de la Huida a Egipto en el costado derecho |
La secuencia narrativa continúa en el costado derecho del sepulcro,
donde aparece representada la escena de la Huida a Egipto, con la
Virgen cabalgando sobre un pollino al paso y con el Niño en sus brazos. Les
precede la figura de San José, que sujetando las riendas y portando hatillos al
hombro vuelve la cabeza hacia la Virgen y el Niño, mientras en el ángulo
superior izquierdo la figura de un ángel entre nubes les indica el camino a
seguir.
Todas las figuras del sepulcro y los marcos conservan restos de la
policromía original, básicamente colores planos con predominio de los tonos
rojos y azules, aunque en su mayoría los pigmentos se han desprendido. Tanto las
reliquias del santo como el propio sepulcro han conocido a lo largo del tiempo
diversas modificaciones. Los restos del obispo fueron exhumados y depositados durante
largo tiempo en una urna, aunque en la actualidad están de nuevo dentro del
sarcófago. Por su parte, el sarcófago que en principio se hallaba empotrado en
el ábside de la cripta, fue recolocado en el claustro catedralicio, desde donde
pasó a ocupar su situación actual, de nuevo en el ábside de la cripta, pero
separado del muro y apoyado sobre un pedestal exento de ladrillo.
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Los Cuatro Evangelistas como tenantes de altar actualmente en el presbiterio de la catedral |
El conjunto se ajusta plenamente a los rasgos característicos de la
escultura románica, como es la subordinación a los elementos arquitectónicos, como
ocurre en los tímpanos de las portadas y en los capiteles de columnas o pilares,
en este caso con las esculturas ajustadas a la cama sepulcral siguiendo las
pautas de los sarcófagos romanos y paleocristianos.
Con una concepción opuesta al naturalismo
clásico, como herencia del arte bizantino, el escultor utiliza un canon distorsionado
en las figuras, visibles en este sarcófago en la evidente desproporción entre
las cabezas y los cuerpos, pues se busca un fin didáctico por encima del valor
artístico con la intención de narrar determinados temas religiosos. Según este
criterio, no se aplican las leyes de perspectiva y el tamaño de las figuras
aparece jerarquizado según la importancia del personaje representado, como se
aprecia en el gran tamaño del Niño de la Adoración de los Reyes.
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Embocadura de la cripta en la nave central |
Otra constante de la escultura románica que aparece en este sarcófago es
el uso de fórmulas geométricas como base del diseño, lo que se traduce en figuras
rígidas, hieráticas y con rostros un tanto inexpresivos, presentando los
aspectos religiosos como abstractos e inmutables, sin preocupación por la
belleza formal de acuerdo a la naturaleza, prevaleciendo en el lenguaje
plástico un sentido catequético — aderezado de efectos anecdóticos— dirigido a
un pueblo creyente y analfabeto para prevenirle de los peligros mundanos, del
Bien y el Mal, de cara al Juicio Final, por lo que se insiste reiterativamente en
los mismos motivos y temáticas (los mismos episodios que presenta el sarcófago
se repiten en los capiteles de la portada de la catedral de Roda de Isábena).
Otra característica común de la escultura románica es el empleo en la
policromía de colores planos, vivos y brillantes, apreciables en los restos del
sarcófago, cuyo aspecto original coloreado sería muy diferente al que podemos
contemplar.
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De acuerdo a estas características, el Sepulcro de San Ramón
destaca entre la escultura de su tiempo por la gestualidad de las figuras, la
descripción de los plegados de los ropajes, el incipiente afán de movimiento y
la finalidad narrativa dirigida a la mente del espectador, con figuras que
desde la estética de lo imperfecto se presentan solemnes y simbólicas. Tanto
por la modalidad de recordar la tipología de los sarcófagos paleocristianos
como por sus valores plásticos, el sepulcro de San Ramón es equiparable al Sepulcro
de Doña Sancha que procedente del monasterio de Santa Cruz de la Serós —del
que fue abadesa— actualmente se conserva en el Real Monasterio de Benedictinas
de Jaca, una de las obras más bellas de la escultura románica en Aragón que fue
un encargo de su sobrino, el rey Pedro I, en los primeros años del siglo XII.
Remarcando la vinculación de San Ramón con la catedral de Roda de
Isábena, en el espacio de los pies se conservan una serie de objetos y piezas
textiles que pertenecieron a San Ramón, entre ellos los fragmentos de una exquisita
silla de tijera y del sudario, recuperados parcialmente tras haber sufrido el
robo perpetrado por Erik el Belga en 1979. No obstante, se conservan íntegramente
una dalmática usada por el santo, la mitra episcopal, las sandalias y los
guantes encontrados en su sepulcro.
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Silla de tijera de San Ramón. Catedral de Roda de Isábena |
Otros elementos dignos de la visita de la Catedral de Roda de Isábena
son la llamada Sala del Tesoro, una pequeña cripta situada en el lado
norte, cubierta con bóveda de medio cañón, en cuya cabecera semicircular
aparecen pinturas murales románicas del siglo XIII que representan a Cristo en
Majestad rodeado del Tetramorfos, bajo el que aparece una franja con figuras
que describen las faenas correspondientes al calendario agrícola. Asimismo, en
los muros laterales de este espacio aparecen otras pinturas románicas con el
Bautismo de Cristo y San Miguel pesando las almas. En el centro de la cripta se
expone una arqueta decorada con esmaltes de Limoges que contiene reliquias de
San Valero.
Interesante es también el claustro levantado en el siglo XII, con
arquerías sobre columnas en sus cuatro pandas y en cuyo intradós aparecen
innumerables inscripciones funerarias de los siglos XII al XV, siendo el
claustro que mayor número de estas tiene en España.
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Detalle de la silla de San Ramón, s. XII |
Informe y
fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 GARCÍA LLORET,
José Luis: La escultura románica en Aragón. Representaciones de santos,
artistas y mecenas, Ed. Milenio, Lérida, 2008.
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Dalmática de San Ramón, s. XII Catedral de Roda de Isábena |
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Fragmento del sudario de San Ramón, s. XII |
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Catedral de Roda de Isábena y detalle de los ábsides |
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Capiteles de la portada de la catedral de Roda de Isábena |
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Nave central, cripta y presbiterio |
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Ábside de la cripta norte. Pinturas románicas siglo XIII Cristo en Majestad, Tetramorfos, calendario agrícola y Arqueta de San Valero |
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Ábside de la cripta norte. Pinturas románicas siglo XIII Bautismo de Cristo |
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Claustro de la catedral de Roda de Isábena, con un aljibe en el centro |
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Inscripciones funerarias en el intradós de los arcos del claustro Siglos XII al XV |
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