SAN LORENZO
MÁRTIR
Francisco
Rincón (Valladolid 1567-1608)
Hacia 1605
Madera
policromada
Museo
Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente
de la ermita de San Llorente, pago del Cabildo, Valladolid
Escultura
barroca. Escuela castellana
Una de las principales aportaciones del gran Gregorio
Fernández a la escultura barroca castellana fue la creación de arquetipos escultóricos que fueron reiteradamente copiados e imitados por sus discípulos y
seguidores, aunque otro tanto podría decirse de Francisco Rincón, cuya
versatilidad se materializó en Valladolid en la renovación de la iconografía de
determinados santos, escenas evangélicas y pasos procesionales desde un
personalísimo planteamiento estético.
En condición de colaboradores, ambos escultores
compartieron por un tiempo su actividad profesional en un mismo taller: el que
Francisco Rincón tenía abierto en la Puentecilla de Zurradores (actual calle de
Panaderos), donde Gregorio Fernández fue acogido cuando hacia 1595 llegó a
Valladolid ya plenamente formado. Asimismo, durante los años de transición del
siglo XVI al XVII ambos escultores compartieron un proceso evolutivo que
partiendo del último aliento de las corrientes manierista y romanista recalaría
en expresiones decisivas del incipiente barroco. Además, ambos escultores
intercambiaron influencias que retroalimentaron las creaciones de uno y de otro,
compartiendo por un tiempo la influencia que sobre ellos ejerció la presencia en
Valladolid del milanés Pompeo Leoni, escultor vinculado al Duque de Lerma y a
la construcción del Palacio Real.
Entre 1601 y 1606, años marcados por el
establecimiento de la Corte de Felipe III en Valladolid, la obra de Francisco
Rincón mostraría una tendencia hacia el clasicismo naturalista con figuras que se caracterizan por una elegante serenidad, un voluminoso empaque y una
mesurada afectación, aunque en ocasiones, como en su innovador paso procesional
del Levantamiento o Elevación de la Cruz, elaborado en 1604
para la Cofradía de la Sagrada Pasión, volviese a retomar recursos manieristas
en aras de una expresividad teatral y narrativa.
Desgraciadamente, la prometedora trayectoria
profesional de Francisco Rincón quedó truncada con su muerte prematura —recién
superados los 40 años— en 1608. El legado de las magníficas esculturas por él
realizadas en los primeros años del siglo XVII, que le colocan entre los
escultores más innovadores de su tiempo, inducen a pensar que se habría
convertido, sin lugar a dudas, en uno de los más destacados de la escuela barroca castellana.
Así lo proclama su obra conservada, realizada tanto
en madera como en piedra, que alcanza altas cotas de calidad en obras como el
grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño
(h. 1600) de la iglesia de Santiago de Valladolid, el Retablo de la Anunciación (1602-1604) de la iglesia de las
Angustias, los relieves en piedra del Martirio
de San Ignacio de Antioquía y la Lactación
mística de San Bernardo (ambos realizados hacia 1605) del trascoro de la catedral
de Palencia, el Cristo de los Carboneros
y la Santa Gertrudis (ambos hacia
1606) de la iglesia de las Angustias, el Cristo resucitado (hacia 1606) del convento del Corpus Christi, el Cristo yacente (hacia 1606) del convento
del Sancti Spiritus, las imágenes de Jesús
Nazareno (1606 y 1607) de la colegiata de San Antolín de Medina del Campo y
de la ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey, y el Cristo de las Batallas (hacia 1607) de la iglesia de la Magdalena,
por citar las más conocidas.
Pero Francisco Rincón también se revelaría como
excelente intérprete de esculturas exentas que representan a santos y mártires
de gran predicamento en el orbe católico contrarreformista, como es el caso de
esta escultura de San Lorenzo que
actualmente se conserva en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid y
que originariamente estuvo presidiendo, como santo titular, el retablo de la
desaparecida ermita de San Llorente, antaño ubicada en el pago vallisoletano del
Cabildo.
Atendiendo a razones puramente estilísticas, esta
escultura se puede datar en torno a 1605, perteneciendo, por tanto, al periodo
de madurez del escultor, por entonces casado en segundas nupcias con Magdalena
Velázquez, hija del ensamblador vallisoletano Cristóbal Velázquez, e inmerso en
el fragor de la actividad cortesana que en ese tiempo conocía Valladolid.
De dimensiones inferiores al natural, en posición
erguida y disposición frontal, el santo presenta una serie de atributos ya
consolidados durante el siglo XVI por grandes maestros de la pintura y escultura
hispana, como es su caracterización como un joven imberbe y con amplia tonsura
clerical, una indumentaria litúrgica que expresa su rango de diácono, revestido
con un alba recubierto por una dalmática roja que alude a su condición de mártir,
una estola sobre el brazo izquierdo y sujetando en sus manos un libro como
depositario y custodio de los libros sagrados de la Iglesia, así como una
parrilla, en este caso desaparecida, como referencia al instrumento en que fue
martirizado.
No era la primera vez que Francisco Rincón realizaba
para Valladolid la interpretación de este joven mártir que tanta devoción
suscitaba en España, pues otra imagen de San
Lorenzo, de características muy similares, forma parte del retablo que
Francisco Rincón realizara entre 1602 y 1604 para presidir la capilla mayor de
la iglesia de las Angustias, donde el santo, en compañía de San Agustín, flanquean el gran
altorrelieve central de la Anunciación.
Sin embargo, entre una y otra se puede establecer un
criterio evolutivo, pues si en aquella el santo aparece impregnado de un
elegante movimiento de aire manierista, con la cabeza girada hacia el relieve
central, los brazos elevados a la misma altura, una disposición corporal
siguiendo levemente un eje en serpentinata
—repetido en el ángel de la Anunciación—
y realzada con una policromía preciosista aplicada por el pintor Tomás de
Prado, en el San Lorenzo del Museo
Diocesano y Catedralicio el movimiento se torna en sereno, equilibrado y
mayestático, respondiendo a los mismos cánones clasicistas, basados en el contrapposto, que presenta el solemne Cristo resucitado del convento del
Corpus Christi, realizado con poca diferencia en el tiempo, siendo muy posible
que la policromía fuese realizada por el mismo pintor.
Francisco Rincón Izda: San Lorenzo, h. 1605, Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid. Dcha: San Lorenzo, 1602-1604, Iglesia de las Angustias, Valladolid |
En ambas obras el escultor recurre al empleo de una
dalmática de similares características, inspirada en las utilizadas en las grandes
ceremonias por los diáconos de su tiempo, rematada con un amplio cuello alto y cerrado
por cordones que convergen en un gran borlón que pende hasta la cintura, simulado
un paño forrado de seda y ornamentado con bordados que adoptan la forma de
grandes motivos florales y vegetales, en este caso dejando aflorar el sustrato
dorado que proporciona luminosidad a la figura mediante la técnica del
esgrafiado, decoración que se extiende por el encuadernado del libro.
Se pueden encontrar precedentes iconográficos
formando parte del santoral de algunos retablos renacentistas, siendo buenos
ejemplos el San Lorenzo de Arnao de
Bruselas que forma parte del retablo mayor de la Imperial Iglesia de Santa
María del Palacio de Logroño (1553-1564), o el monumental San Lorenzo elaborado por Gaspar Becerra para el ático del retablo
mayor de la catedral de Astorga (1558). Este arquetipo, que con maestría supo
interpretar Francisco Rincón hacia 1605 en Valladolid, también sería abordado
en 1639 por la gubia de Juan Martínez Montañés en el San Lorenzo destinado a la parroquia de la misma advocación en
Sevilla. Todas estas obras citadas lucen actualmente en todo su esplendor tras
haber sido restauradas recientemente.
Izda: Arnao de Bruselas. San Lorenzo, 1553-1564, Retablo mayor de la iglesia de Santa María del Palacio, Logroño. Dcha: Gaspar Becerra. San Lorenzo, 1558, retablo mayor de la catedral de Astorga |
Por su parte, entre los pintores podemos citar al
Greco como autor en 1577 de una expresiva pintura que se conserva en el museo —antigua
sacristía— de la iglesia del Colegio de Nuestra Señora de la Antigua de
Monforte de Lemos (Lugo), donde el cretense realza la figura del santo diácono hispano
mediante la plasmación de una lujosa dalmática y el atributo de la parrilla. La
iconografía de san Lorenzo, en el santoral cristiano comparte su aspecto de diácono
con san Esteban y san Vicente.
SAN LORENZO MÁRTIR
Este mártir del siglo III, uno de los más tempranos
en la historia de la Iglesia, era natural de la Hispania Tarraconensis, siendo
la ciudad de Huesca la que reclama su filiación. Fue educado por san Valero, que
en el año 257 le llevó a Roma, donde el recién nombrado papa Sixto II le ordenó
diácono, le encomendó la función de archivero y de administrar los bienes de la
Iglesia, así como del cuidado de los pobres.
El Greco. San Lorenzo, 1577. Museo Colegio Nuestra Señora de la Antigua, Monforte de Lemos (Lugo) |
Por entonces gobernaba el emperador Decio, que había
subido al trono tras asesinar a su antecesor y estaba interesado en obtener los
tesoros eclesiásticos, para lo que en una persecución contra el culto cristiano
hizo detener al papa Sixto II y a algunos obispos y diáconos, entre ellos san
Lorenzo, que pasó a ser encarcelado por el prefecto Valeriano, que intentó que renegase
de su fe y desvelase dónde se encontraba el ansiado tesoro. Conducido ante el
emperador, san Lorenzo acordó presentar el tesoro al cabo de tres días, pero en
ese tiempo se dedicó a reunir una gran cantidad de pobres, lisiados y enfermos
que presentó ante el emperador como el verdadero tesoro de la Iglesia.
Enfurecido el emperador, ordenó su tormento y finalmente su muerte, que se
consumó el 10 de agosto de 258 en el Campo de Verano de Roma, donde fue quemado
vivo en una parrilla colocada sobre el fuego. Esto ocurría cuatro días después
del martirio del papa Sixto II.
El cuerpo de san Lorenzo fue recogido y enterrado
por san Hipólito y el presbítero Justino en las catacumbas de Ciriaca de la vía
Tiburtina, según consta en la Depositio
Martyrum del año 354 y en el Martirologio
jerominiano del siglo V, edificándose en tiempos del papa Dámaso I
(366-384) una basílica sobre sus reliquias conocida como San Lorenzo fuori le Mura, siendo desde el siglo IV uno de los
mártires más venerados de la iglesia romana.
La biografía del santo fue difundida en España a
partir del siglo XIII a través del poema de Gonzalo de Berceo titulado Martyrio de San Lorenzo. Es precisamente
la escena del martirio de san Lorenzo la que caracteriza la iconografía del
santo y la más ampliamente representada, generalmente con el cuerpo desnudo del
joven diácono recostado sobre una parrilla y rodeado de verdugos que avivan el
fuego mientras un ángel le entrega la palma del martirio.
Francisco Rincón. Detalle de la policromía de San Lorenzo |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Juan Martínez Montañés. San Lorenzo, 1639 Iglesia parroquial de San Lorenzo, Sevilla |
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