Dolorosa de la Vera Cruz. Gregorio Fernández, 1623 Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid |
Estampas y
recuerdos de Valladolid
Las obras de arte más emblemáticas y admiradas han
sido reiteradamente copiadas a lo largo del tiempo con doble finalidad. Por un
lado para disfrutar de la obra en sí misma a través de unos valores plásticos
aproximados, ya sea con una finalidad decorativa o por su significación
religiosa, tanto en las religiones paganas como en la cristiana. Por otro, para
convertirlas en modelos a imitar por sus aportaciones a la estética de cada
momento y lugar, como prototipo y representación de los ideales de determinado arte o determinada
cultura.
Esta práctica de la copia fue común en artistas de
todas las épocas, siendo especialmente las obras de la Antigüedad clásica objetos
de copia por antonomasia. Es evidente que gran parte de las esculturas originales
de los grandes maestros griegos nos han llegado a través de copias romanas,
trascendiendo algunas obras —recuérdese el Discóbolo o el Espinario— a su
propia época, especialmente a partir de la aparición por toda Europa de las
grandes colecciones palaciegas y de las Academias artísticas, que convirtieron
el fenómeno de la reproducción en un subgénero artístico con sus propias
técnicas y reglas, dando lugar a otro tipo de obras que evocaban lo que
habitualmente era lejano e inaccesible, al tiempo que asumían un papel didáctico para los artistas.
Dolorosa de la Vera Cruz. Gregorio Fernández, 1623 Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid |
No obstante, durante mucho tiempo la copia fue
denostada en el mundo del arte y silenciada por los historiadores a pesar de
ser un medio para potenciar el atractivo de la obra original. Está claro que si
se encarga una copia de determinada obra es por la admiración que suscita y por
el deseo de compartir la emoción que transmite el original, motivo por el que
las obras más copiadas siempre han sido grandes obras maestras de todos los tiempos.
Todas estas disquisiciones son válidas para una obra
vallisoletana que desde el momento en que fue elaborada siempre generó
alabanzas y admiración. Se trata de la imagen de la Dolorosa de la Santa Vera
Cruz que realizara Gregorio Fernández en 1623, aquella que impresionara al
baezano Isidoro Bosarte, que en su obra Viaje
artístico a varios pueblos de España, publicada en 1804, refiere en estos
términos: "... por lo que hace a la
hermosura de la cabeza, si los ángeles del cielo no bajan a hacerla más bella,
de mano de hombres no hay más que esperar".
Esta admiración suscitada entre quienes conocieron
la imagen también fue común entre los extranjeros que recalaron en Valladolid.
Sirvan de ejemplo los elogios expresados en 1908 por el francés Marcel-Auguste
Dieulafoy en su obra La statuaire
polychrome en Espagne: "La obra
maestra de Gregorio Fernández, quizá la obra maestra de la estatuaria
policromada, circunscrita a las escuelas del Norte, es una Madre Dolorosa, una
Virgen de las Angustias, que se guarda en la capilla de la Cruz de Valladolid
como una joya preciosa, lejos de las miradas...". Este arqueólogo y
tratadista, tras hacer una detallada descripción de la imagen, compara esta
obra de Gregorio Fernández con la Virgen de las Angustias de Juan de Juni para
terminar afirmando: "Por lo demás,
el uno y el otro recuperan las tradiciones artísticas de Grecia y hubieran
podido autorizar ejemplos célebres buscados entre las obras de Anténor y de
Fidias".
Virgen del Descendimiento. Pedro Sedano, 1757 Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid |
Sabido es que Gregorio Fernández no concibió la imagen
tal y como hoy la conocemos, aislada, sino integrando el elenco escenográfico
del impresionante paso procesional del Descendimiento, con un lugar destacado
en tan arriesgada composición barroca como punto de concentración de toda la
carga emocional. Según Esteban García Chico fue la especial devoción que
despertó esta escultura entre el pueblo vallisoletano lo que alentó al Cabildo
de la Cofradía de la Santa Vera Cruz a rendirle culto por separado, aunque
también pesan otros motivos más pragmáticos ocurridos en el siglo XVIII, cuando
tras el accidente sufrido en 1741 por uno de los costaleros que portaban el paso del Descendimiento, junto a una
decadencia de las celebraciones de Semana Santa, impidieron su salida durante
algunos de los años centrales del siglo por falta de costaleros. Fue entonces
cuando la Cofradía decidió separarla del grupo para iniciar su culto
independiente como Nuestra Señora de los Dolores de la Vera Cruz, pasando a
convertirse en imagen titular de la Cofradía y como tal desfilando en solitario y colocada presidiendo el
retablo mayor de su iglesia penitencial.
Para suplir su ausencia en el conjunto del
Descendimiento fue encargada una copia que fue realizada en 1757 por el
escultor Pedro Sedano, una primera copia dieciochesca que, desprovista de la
gracia y genialidad del original, cumple con decoro su papel de suplantación en
el espectacular paso procesional, conservado tal y como lo concibió "la
gubia del Barroco" en una capilla de la iglesia de la Vera Cruz.
Virgen del Descendimiento. Pedro Sedano, 1757 Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid |
Transcurridos dos siglos de aquella primera copia de la Virgen se realizó una segunda ya como réplica de la imagen aislada que fuera entronizada en el retablo de la iglesia vallisoletana,
incluyendo todos los aderezos incorporados posteriormente que configuran la secuencia
iconográfica de Stabat Mater, como la
cruz de madera a su espalda con el rótulo del Inri, cantoneras y ráfagas de
plata que fue elaborada en 1804, la rica corona de tipo resplandor con remates
de estrellas y la espada de plata que sujeta en su mano izquierda y que le atraviesa el pecho en
recuerdo de la vieja profecía de Simeón, un elemento que fue eliminado en la imagen original en la
restauración llevada a cabo en 1985 para paliar las nefastas
consecuencias sobre la talla de las vibraciones de la espada simbólica durante
los desfiles.
Esta segunda copia fue realizada en Valladolid por
el escultor vallisoletano Antonio Vaquero a petición de Santiago Gaspar Gil,
párroco de la iglesia cacereña de San Mateo, para donarla a dicha iglesia. La
copia de la Dolorosa de la Vera Cruz llegó a Cáceres el 23 de abril de 1953 y
fue colocada en una hornacina abierta en el muro de la iglesia, realizándose un
altar de piedra con forma de gradas que sirven de pedestal a la imagen.
Actualmente integra uno de los pasos procesionales de la Ilustre y Real
Cofradía de la Santa y Vera Cruz de Cáceres, fundada en el siglo XIV en la
primitiva iglesia de San Juan, un paso que es portado por 36 hermanos.
Dolorosa de la Vera Cruz. Antonio Vaquero, 1953 Iglesia de San Mateo, Cáceres |
Este tipo de trabajo de copista, por el sacado de
puntos, es bastante desconocido en la obra de Antonio Vaquero (1910-1974), un
escultor dedicado a la docencia que llegó a crear una cátedra de imaginería en
Valladolid e impulsó una serie publicaciones con monografías de los grandes
maestros de la escuela castellana, siendo también autor de copias de modelos fernandinos. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes
de Valladolid, recibió dos veces la medalla de la ciudad y una medalla nacional
de escultura, siendo su obra más conocida el monumento a los Reyes Católicos
(1969) que primero estuvo instalado en la Rosaleda, después ante el Palacio de
Congresos de la Universidad y en breve tiempo junto al Colegio de Santa Cruz.
Una tercera copia de la Dolorosa de la Vera Cruz fue
realizada en 1985 por el escultor y restaurador Mariano Nieto, miembro del
Instituto del Patrimonio Histórico Español, para ser incorporada a la réplica
del paso del Descendimiento que conserva la Hermandad del Descendimiento o La
Escalera de Medina de Rioseco, un conjunto realizado por Francisco Díez de
Tudanca siguiendo el modelo de Gregorio Fernández del que también fue separada
la imagen de la Virgen en el siglo XVIII hasta llegar a desaparecer. Con la
imagen, fiel copia realizada con la técnica del sacado de puntos, el conjunto
recuperaba su integridad después de que Mariano Nieto también hubiese realizado
la restauración integral del paso en 1970.
Esta imagen de la Dolorosa no recibe culto por
separado, sino formando parte del paso que en su salida rasante del Salón de
los Pasos Grandes protagoniza uno de los momentos más pintorescos de la Semana
Santa riosecana.
Dolorosa de la Vera Cruz. Antonio Vaquero, 1953 Iglesia de San Mateo, Cáceres |
Dolorosa de la Vera Cruz. Antonio Vaquero, 1953 Iglesia de San Mateo, Cáceres |
Virgen del Descendimiento. Mariano Nieto, 1985 Salón de Pasos Grandes, Medina de Rioseco |
Virgen del Descendimiento. Mariano Nieto, 1985 Salón de Pasos Grandes, Medina de Rioseco |
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